Muchos grupos al alcanzar un grado de
madurez elevado por sus miembros, toman la elección de
bifurcar sus caminos (aunque sea por un breve lapso de tiempo) para darle la
oportunidad a nuevas experiencias de búsqueda personal y musical.
Sucedió esto con The Beatles, con losRolling Stones y
con un sinfín de bandas británicas más que ya conocemos. Lo curioso es que
en esos períodos de ‘investigación’ han salido proyectos muy interesantes y
variados en su estructura.
Les propongo que analicemos el caso de The Last Shadow Puppets.
Alex Turner decidió armar un paréntesis del
meteórico y vertiginoso ascenso mundial que Arctic Monkeys le había dejado como legado con
tan solo dos discos bajo el brazo y pocos años en el ruedo.
Amigo de Miles Kane, integrante del grupo The Rascals, (banda que se situaba por
debajo de la línea de fama y reconocimiento de los Monkeys), le propuso a su
líder la tentativa opción de formar un proyecto alternativo, totalmente
atemporal y salido de la línea en lo que venía trabajando cada uno.
Por una suceción de favores mutuos que
incluían invitaciones a Kane a participar de la grabación del disco‘Favourite Worst Nightmare’ y
a formar parte de la gira con los Rascals como teloneros de Arctic Monkeys, se desarrolló una muy
buena camaradería entre los miembros y, la esfera musical traspasó los límites
de lo que a priori era una simple amistad.
‘The Age of the Understatement’, el primer
y único álbum del dúo hasta el momento, fue producido por James Ford y grabado
y mezclado en Francia y en Londres.
Ante una década que en términos
generales se presenta ruidosa, exacerbada de ornamentos musicales y letras
gancheras carentes de contenido, nos encontramos con esta ‘era atenuante’ que
generan como contrapartida los Last Shadow Puppets. Un universo que se remonta
a la poética lírica de los viejos crooners, a bandas de sonido de películas
históricas de batallas épicas o al romanticismo sentimental de los cantantes de
tv ítalo-franceses de fines de los ’60s. Logran esta atmósfera bajando la
intensidad en la forma de comunicar el mensaje: basándose en la simpleza de una
buena melodía y recurriendo a no caer en la profusión instrumental, con la
salvedad de la compleja orquestación clásica que sabiamente se ajusta para
darle a las canciones un nostálgico marco decorativo.
Ya la portada del disco junto con el
booklet predisponen mentalmente a situar a uno en un contexto retro: una
fotografía en blanco y negro de una jóven acomodándose sensualmente un par de
medias (podría tratarse de la protagonista de alguna escena rodada por Richard
Lester) y un sinfín de imágenes analógicas dispersas de los músicos bastan como
para adentrarnos en esta etética vintage tan vigente como referencial a la que
nos remiten todo el tiempo.
Un par de videoclips de ellos enfundados
en trajes de sastrería, con sus guitarras en mano, rodeados de chicas bailando
y con una escenografía bastante minimal de fondo transmiten el espíritu del
merseybeat sesentoso adolescente.
Ni hablar de los temas. Escucharlos es
como sumergirse por momentos en el clima de un film oscuro situado en plena
guerra de trincheras. El galopante ritmo de persecución en ‘The Age of the Understatement’, la
acechante paranoia de ‘Only the truth’,
la caótica y terrorífica aura de ‘I don’t like you anymore’ o la pictórica situación de
hechicería y magia oscurantista que sugiere ‘In my room’ son algunos ejemplos
que nos hacen caer en un turbio y maléfico conjuro que luego se contrasta
abismalmente con una dulzura e inocencia poco antes oída. Se produce la misma
sensación que la de despertarse luego de una escalofriante pesadilla. La
orquesta funciona como un arma de doble filo, crea dos posturas tan antagónicas
como complementarias…dos caras de una misma moneda que son funcionales en el
mismo sentido de lectura del álbum.
Desde el otro ángulo tenemos temas
tranquilos dotados de ternura, con arreglos exquisitos.
Las referencias en ‘Standing next to me’ son
imediatas: Scott Walker
& The Walker Brothers y su pop barroco fueron una
fuente de inspiración netamente marcada. Ellos suman que el sonido logrado
también lo consiguieron detendiéndose a escuchar mucho la primer etapa de David Bowie, a quien se animaron a
reversionar con el cover de ‘In the heat of the morning’ en
un EP con lados B lanzado con anterioridad a la salida del disco.
Merecen la pena ser escuchadas con
especial atención ‘Black
plant’,'The Chamber’ o ‘My mistakes were made for you’, baladas
sofisticadas de corte ‘dandy’ diseñadas a la perfección para musicalizar
alguna saga deJames Bond conduciendo
su Aston Martin mientras
saborea un dry Martini. Tienen adherido en su
esencia un aroma muy inglés que se huele a millas de distancia.
Y como cierre cúlmine del disco,para
coronar el final de forma más que grata, se presentan dos perlas codiciadas:
dos de las melodías más lindas que alguna vez oí, combinadas de una forma
inseparable: la enamoradiza ‘The meeting place’, que deja volar suspiros al aire y ‘Time has come again’, breve y concisa
pero emotiva hasta la médula.
Esta claro que para aquellos que esperan
la sorpresa constante e inmediata, The Last Shadow Puppets puede sonar redundante o
predecible por momentos, pero no pierde nunca la fuerza ni el discurso, y tiene
pequeños sobresaltos dentro de lo que se propone.
Citamos a una entera generación de
crooners como punto de partida del grupo: Billy Fury, Ricky Nelson, Engelbert Humperdinck, Nancy Sinatra & Lee
Hazlewood, tomando como herencia las técnicas de grabación del
‘muro de sonido’ cargado de echo y reverb del mítico Phil Spector, pero con la frescura de la
juventud inglesa de hoy en día, empecinada en revivir las viejas costumbres y
la elegancia en la música. Todo esto sin desacreditar ni dejar de lado la
experiencia que Alex y Miles llevan a cuestas y aprendieron de sus respectivas
bandas de orígen.
Una vez más, una generación de corta
edad nos demuestra que el talento no necesariamente esta ligado a la
trayectoria transcurrida: solo hace falta hurgar en las raíces y plantar la
semilla con la esperanza de que germine en nuestros tiempos con la misma
energía con la que una vez dió frutos.
Txt: María Gudón
Nota escrita para UltraBrit
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