Es
sabido que Iggy Pop vivió sus años dorados de pubertad al extremo, ajustándose
a la ecuación de la tríada de 'sexo + drogas + rock and roll' mejor que
nadie.
Narrar
sus epopeyas y episodios con mujeres y estupefacientes sería anecdótico, puesto
que estuvo al borde del abismo innumerables veces. Su experiencia resulta
increíble: tuvo más vidas que un gato y,por andar rozando con los excesos y
vicios vinculados a la fama de 'rockstar', prefirió caminar en lo que su colega
Lou Reed denominaría 'la senda del lado salvaje'.
Pero
los tiempos que corren lo encuentran en una faceta de adultez y madurez muy
lejana a aquel caótico ritmo irrefrenable de vida que llevaba en sus días de
purrete. Los años le llegaron como las arrugas en su frente, y con ello, nuevas
inquietudes y posicionamientos frente a la música emergieron.
Lo
único que conserva del pasado es esa expresión picarezca en su corroído rostro,
el cuerpo magro, fibroso y liso como una tabla de planchar con el que se
contorsionaba y serpenteaba en escenario cual reptil y, el tono grave y
barítono de su timbre vocal.
Aunque
sus graznidos distorsionados hoy fueron sustituídos por susurros ronroneantes y
armonías melódicas de mayor sutileza, que se encargaron de instalarlo en el
campo 'crooner'.
Iggy
Pop dejó de ser ese desgarbado muchachito salido de la escena del reviente para
transformarse y ponerse el traje de un elegante cantautor de temas noctámbulos
que hace gala al cocktail y al erotismo sugerente.
'Preliminaires',
su último álbum de estudio salido en el 2009, se comporta justamente para ser
redundantes, como un 'juego preliminar' previo al acto central y orgiástico. Es
una colación anterior al plato principal: mimos al oído, mucha piel, tacto
sensorial y masajes en forma de canción llenas de suavidad, entonadas por la
aguardentosa y avejentada voz de Iggy, producto de la ingesta de tanta nicotina
y alcohol, que, pese a que conllevaron a su autodestrucción, hoy le dan un plus
generando en el nuevo sonido del músico una atmósfera que alterna entre el jazz
y la música que podría oírse en solitarias tabernas que refugian sentimientos
embriagados.
El
disco arranca con un cover clásico del italiano Yves Montand, 'Les feuilles
mortes', en una sensual y no tan melancólica versión que antecede a la
monocorde 'I want to go to the beach', anclada en un estilo que remite a
Leonard Cohen.
El
cabaretero corte de difusión 'King of the dogs' es el tema 'intruso e
infiltrado' que contrasta con el resto del álbum, probablemente sea el punto
más alto del mismo.
Es
inevitable dejar de nombrar la influencia de Serge Gainsgourg en la chanson
française, y evidentemente, Iggy Pop lo tuvo en cuenta al momento de grabar
'Je sais que tu sais', pero en lugar de acudir ante la búsqueda femenina
y susurrante de Jane Birkin, optó por la presencia de Lucie Aimé.
Quizás
el momento en que se saca el disfraz de señorito francés y retoma el gusto por
el rock intravenoso que siempre tuvo como componente esencial se da en 'Nice
to be dead' o en la crudeza y baja definición de sonido del spaghetti
western 'He's dead / she's alive', que es practicamente idéntico al último
track del disco.
Hay
algo que es sumamente atractivo en 'Preliminaires' y como contraparte, hay algo
que falla.
Quizás
el punto a favor sea ver a nuestra legendaria iguana zambullida en nuevas aguas
de cambio, haciendo peso de su edad con nuevo y jugoso material. Pero lo que no
le jugó demasiado a favor fue ponerse tan redundante y forzoso con impostar la
imágen de 'cantante-serio-cultor de la elegancia', puesto que el álbum en más
de una ocasión se vuelve denso y reiterativo. Por momentos se producen baches,
quizás por el órden de selección de temas, que se repite en melodías y cae en
lugares comúnes explorados cientos de veces por curiosos del género.
De
todos modos, el mote de lagarto camaleónico no fue puesto de manera antojadiza,
a algo se debe: quizás a la trayectoria que lleva en la desértica
carretera,(ruta en la que hoy pocos siguen siendo sobrevivientes), o a lo mejor
debido al cambio de piel, la metamorfosis y la transición que representa dejar
un estilo musical para envolverse en la tez de otro.
Material discográfico complementario de
este disco:
-
Serge Gainsbourg - L' histoire de Melody Nelson (1971)
-
Leonard Cohen - Songs
of love and hate (1971)
- Tom Waits - Nighthawks at the dinner (1975)
- Nick Cave & The Bad Seeds - Your
Funeral... My Trial (1986) / Murder ballads (1986)
- Calexico - Hot Rail (2000)
- Tindersticks - Tindersticks I (1993)
/ Tindersticks
II (1995)
/ Waiting
for the moon (2003)
- Divine Comedy - A short album about love (1997)
- Scott Walker - Scott 3 (1969)
Txt: María Gudón

Nota en colaboración con el recomendable blog El Caracol Sordo
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