El trip hop se comporta como una extraña criatura que sólo sale por las noches, en plena luz de luna, cuando la rasante oscuridad cubre con su frío velo al día. Se mueve sigilosamente, siempre dejando con ese néctar de misterio incitante a que la curiosidad quiera avanzar más y más para descubrir qué hay detrás de ese viaje hipnótico, redundante y experimental. Su sonido provoca una especie de ‘voyeurismo’ auditivo. Genera esa sensación culpable pero placentera, la de espiar por el ojo de una cerradura algo que no sería conveniente presenciar pero que es inevitable hacerlo.
Tal vez los paisajes portuarios y el
halo gris de Bristol inspiraron a los Massive Attack a que luego de un letargo
descanso de siete años, volvieran a salir de la cueva nuevamente con los
sonidos característicos de su ciudad natal. Pero esta vez redoblaron la apuesta
y decidieron jugarse más mediante mínimas variaciones.
Heligoland quizás no es tan autista e introspectivo
como sus antecesores discos, no mantiene los aires etéreos ni la liviandad
flotante y onírica de 100th Window.
Más bien, exhibe un espíritu extrovertido. Las ganas de romper el cascarón
rotulador de ‘trip-hop’ bajo el que fueron encasillados por años se aprecian en
este álbum más fuerte que nunca.
Es que la quinta placa de Robert ’3D’
Del Naja y Grant Marshal (alias ‘Daddy G’) se diferencia por contar con climas
turbios emparentados a lo terrororífico y perturbador (el track ‘Girl I love
you’, cantado con el familiar Horace Andy, podría utilizarse perfectamente para
musicalizar cualquier inquietante escena filmográfica de David Lynch).
Heligoland es un paraíso terrenal de
nuevas sensaciones. Cuenta con una línea bastante dinámica, ya que no baja el
ritmo en casi ningún momento, salvo en la sensual y susurrante ‘Paradise
Circus’, (en donde la cantante de Mazzy Star, Hope Sandoval pone su desolada
voz) y en ‘Saturday comes slow’, un parate acústico testimoniado por el ya
habitual Damon Albarn. Son momentos del disco para recobrar el aliento y volver
a salir a la superficie.
Demás esta decir que la movida musical
de Bristol es como pertenecer a un gran club de amigos en los que
frecuentemente unos colaboran de modo altruísta con otros dandose la mano
gentilmente. No era este caso la excepción. Massive Attack siempre se ha
regodeado de excelentes productores, diseñadores y artistas talentosísimos.
Neil Davidge co-produjo el disco junto a Del Naja, autorizando la participación
y descontextualizando a Martina Topley-Bird (ex-de Tricky) de su ya habitual
estilo en los tracks ‘Babel’ y el paranoico ‘Psyche’ o a Guy Garvey (Elbow), en
la enroscada y tenebrosa ‘Flat of the blade’. Tunde Adebimpe de TV on The Radio también contribuye
con su aporte vocal en ‘Pray for rain’, tema que muy enrarecidamente abre el
disco.
Es destacable el sonido incesante de las
baterías del sesionista Jerry Fuchs y la interesante línea de bajo que Billy
Fuller plantea.
Heligoland perdió el componente gélido y distante
pero ganó asociarse al efecto de miedo y disturbio ante lo inesperado.
Quizás lo más colorido en su estructura
es el arte de tapa, diseñado por Tom Hingston a partir de unas pinturas de
Robert del Naja a las que tuneó para darle un acabado graffittero de tintes
enérgicos contrastados con la oculta imágen de un rostro siniestro. El álbum
oscila en medio de esos polos opuestos-complementarios. Mantiene una vibra
encendida a raíz del temor a lo oscuro que pueda provocar sobresaltos.
Definitivamente no es un disco de fácil
acceso. Con reiteradas escuchas uno va recolectando (o no) las partes del
rompecabezas para armarse una idea de lo que simboliza. Aunque en el recorrido
sonoro hay elementos que se salen del círculo y que desequilibran el sentido y
la dirección de uno, dejando de lado lo mental y calculador para meterse de
lleno en lo orgánico y sensorial. Justo en ese trecho se encuentra Heligoland: entre la neurótica
comprensión y el caos organizado.
Txt: María Gudón
Texto realizado para UltraBrit
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