Ante un día sábado el abanico de propuestas debería ofrecer planes festivos y enérgicos en los que las escurridizas hormonas juveniles corran con rienda suelta y sin frenos. Quizás la tercer jornada del Quilmes Rock pudo ofrecer algo de eso con Babasónicos como anfitriones principales para el cierre de la noche. Adrián Dárgelos, muy desafiantemente, dejó más que clara la invitación a un panorama de estas condiciones ni bien salió a escena, entonando: 'Dejate arrastrar por el carnaval, [...] dejate influenciar por el caos. Chicas ricas no le tengan miedo esto es sólo una fiesta popular' .
Hace dos años que
Babasónicos no se presentaba en vivo en Buenos Aires, y, para marcar el
esperado regreso, con la excusa de presentar su flamante disco A
propósito, decidieron armar un festejo repasando a lo largo de veintitrés
temas lo más célebre de su carrera musical.
Atrás quedaron los
momentos de abundancia y profusión decorativa y maquillada. Hoy, ya consagrados
en un estilo sonoro estudiado milimétricamente al pie de la letra que les calza
como anillo al dedo, aceitados en su fórmula, apuestan al menos es más y a la
austeridad de recursos. En palabras de Federico Moura, 'por un minuto
abandonaron el frac y se descubrieron en lo espiritual'. Ser parte del
jet-set se tornó aburrido y la efervescencia de estar en fiestas de frivolidad
farsante ya perdió el gusto, ahora prefieren circular con un perfil más bajo y
relajado.
Un escenario minimalista
desprende una fina tela blanca y ahí aparece la banda originaria de Lanús, con
una estética despojada, todos uniformados con sastrería black
and white de
extravagante moldería a lo Pablo Ramírez. Optan por la economía en el diálogo
con el público, ahorrando el lenguaje y dejando que las canciones hablen por
ellos mismos (y vaya si lo hacen!)
En un comienzo desfilaron
enganches de sugerentes temas como Pijamas, la pispeante Y
que? o
la suave balada Curtís,
momento obligado de besuqueo, abrazos y demàs muestras de amor entre parejas de
tortolitos.
Luego remataron con el
hit bolichero y bailable Microdancing, para
contrarrestarlo a posterior con un spaghetti western salido
de su última placa, la oscura Flora y fauno, y volver a
subir la ovación de la gente en los coros deEl colmo.
Pero un momento de
explosiva adrenalina fue la tríada rockera entre la declaración de principios
de Soy
Rock y
la rebeldía metalera de Demonomanía o Egocripta, que, al
son de unas pantallas HD mostraban un creciente fuego en llamas mientras
la figura esbelta e hipnótica de Carca soleaba, dando un clima de película de
acción y dejando entrever un par de cabezas headbangeando tímidamente.
Hubo otro set al palo
propicio para el pogo que subió la temperatura de la fría noche comandado por Sin
mi diablo y Estoy
rabioso, pero para matizar un poco la cosa, entre medio bajaron un cambio y
mecharon la atmósfera con la chinesca El loco , El
idolo (de
marcado tempo y rítmica country) y la mega conocida Putita,
cantada efusivamente por todo el público teen femenino
presente.
La noche continuó con un
rosario de éxitos. Por nombrar algunos: el último corte circular de difusión Deshoras,
la excitación ratoneante de Los calientes, la
setentosa Irresposables o
sin ir más lejos, Yegua, la crónica histérica de una mujer
trofeo de uso descartable.
Para darle fin a la
velada, sacaron dos ases bajo la manga como bises: pusieron otra pizca
enamoradiza de romance con Las demás y
cerraron a todo trapo con Sátiro!, recapitulando
viejos tiempos.
¿El sonido? Pulido,
ajustado y preciso, a diferencia de otras veces. El camino los fue armando y
ganaron mayor confianza y maduración a nivel musical, eso fue evidente.
La sopresa se manifestó
en la concurrencia. GEBA no estuvo colmado a pleno y la banda no atravesó
ningún recambio de público con el correr del tiempo. La ecuación detrás de sus
últimos cuatro álbums tuvo pequeños sobresaltos de evolución respecto a los
horizontes de búsqueda y, no resulta ilógico que quienes siguen a Babasónicos
sean aquellos mismos adolescentes que lo hacían una década atrás pero ya
crecidos.
Tampoco es mera
coincidencia que por ello el repertorio o cancionero tenga pasajes ciclotímicos
y caprichosos. Es que Dárgelos es así: un letrista carismático de particular
excelencia que no puede renegar ni a escapar de ese doble juego discursivo y
cambiante. Incita a la seducción más atrapante y erótica y, finalmente cuando
la situación está a punto caramelo y la presa está por caer en sus garras, con
la misma facilidad traza limitaciones restrictivas y deja todo picando. Se
planta desde una postura de sentimentalismo cursi o kitsch pero uno nunca
entenderá si la intención surge desde la parodia burlesca que roza el patetismo
o desde una sinceridad noble que rinde crédito al corazón. Sea como sea, junto
al resto del grupo es un provocador innato, siempre camina en la tensa cuerda
entre dos abismos de extrema oposición pero resulta un gran mediador que sabe
unir los polos opuestos con la dosis justa de ironía y sarcasmo.
Un mentiroso profesional
y compulsivo en materia de apariencias al que nos gusta creerle, aunque sea por
un rato.
Txt: María Gudón
Ejercicio de cobertura de show para el curso de Periodismo de Rock dictado por Sergio Marchi
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