Nos encontramos ante el siguiente panorama: década del ’90, Londres en Mayo, mes que despide a la primavera para adentrarse en el calor veraniego. Momento en el que el ‘todo vale’ se torna más significativo que nunca: modas estrambóticas de piercings, cropped tops, baggy trousers y borcegos Dr. Martens, raros y andróginos peinados nuevos y el impulso que parece apropiarse de las calles europeas hacia una extraña revolución del amor (sino lo creen, hagan el ejercicio de intentar rememorar las épocas del Love Parade o mismo el video de Everything but The Girl con Deep Dish, The future of the future). En medio de ese contexto nebuloso de transición aparece St. Etienne como postal representativa del imaginario policultural que residía en la capital inglesa: una metrópolis ensoñadora de música donde varios estilos convivían yuxtapuestos.
En primera instancia, el conjunto de palabras Saint
Etienne puede representar más de un concepto para cualquiera que nunca se
enteró de su existencia como banda. Podríamos decir que es un distrito francés,
una asociación deportiva futbolera de la tierra de los galos o un grupo de acid
jazz refinado y parisino a lo ‘Saint Germain’. De esas tres posibilidades
barajadas, parte de la última es la que mejor encaja con la naturaleza musical
de este trío del londinense barrio de Croydon. Dos colegas de profesión
compartida, los críticos y periodistas Pete Wiggs y Bob Stanley, llevaron su
afán y amor por la música a nuevos terrenos: las pistas de baile. Corrían los
últimos años de la década de los ochenta y ya se avecinaban los 90′s, y, en ese
interín surgió en UK lo que se llamó ‘el segundo Verano del amor’:
un paraíso de trance celestial neo-hippie impulsado por las fiestas rave, el
estilo acid house, el dance y el consumo de MDMA (éxtasis).
Esa movida, en conjunto con la fiebre Madchester
hacía que rock + electrónica empezaran a estrechar de a poco lazos para
consolidar una futura amistad que perduraría hasta nuestros días. En esos tiempos,
el reducido grupo se asoció a la discográfica Heavenly Records, bajo la que
publicó dos simples (‘7 ways to love’ y ‘Cola Boy’) para allanar su
camino y empezar a rodar en los senderos del house. Pero recién alcanzaron
cierta reputación al grabar su primer disco larga duración, Foxbase
Alpha, de 1991.
Hay que reconocer que en la mayoría de casos, el
pop electrónico salió a flote en gran parte gracias al apoyo y contribución de
vocalistas femeninas, (que le han sabido dar ese toque de altura y suavidad necesaria
para pegar gancho en un público unisex sin distinción de géneros). Ni lerdos ni
perezosos, estos astutos amigos de la infancia desde el vamos se sumaron a la
tendencia. Primero, con el aporte de Moira Lambert, en un clásico bastante
respetable pero despegado de su original versión acústica (compuesta por Neil
Young), la ultra bailable y hitera Only love can break your heart,
que se adhería a la cabeza con la misma facilidad que la goma de mascar,
sonando en la delgada línea entre Ace of Base y EBTG. Acto seguido, Donna
Savage se puso al frente de las voces en Kiss and make up. Pero fue
la blonda Sarah Cracknell quien se consagró como frontwoman oficial y
definitiva de la banda de ahí en más luego de un extenso período de scouting en
que parecían no dar en la tecla con la chica adecuada que ocupase ese rol.
El disco recibió parte de estas inestabilidades y
cambios de formación, por ello quizás puede no tener una identidad en
particular y está fragmentado aleatoriamente en dos partes: una instrumental y
otra más bien lírica, recitada.
En temas como Spring, People
get real o el sencillo de difusión Nothing can’t stop us,
la elegida cantante muestra su afilada habilidad camaleónica para sonar o bien
como una vocalista sesentosa salida del wall of sound de Phil Spector, o bien
como la versión blanca de la actual y dulce Martina Topley Bird, (borrando las
distancias temporales que separan un caso del otro, con el talento para
confundir al entrenado oído de más de uno). El track Girl VII se
adelanta a lo que Madonna importaría un año a posteriori (en 1992), al mercado
de Estados Unidos: ese pop políglota susurrado de pocas palabras que connota
necesariamente al erotismo sexual, ornamentado con guitarras españolas y un
sonido retumbante bajo el que todo se camufla en distintos niveles de
profundidad.
Dentro del bloque puramente instrumental, Wilson y Etienne
gonna die contienen sampleos de diálogos o conversaciones de films y
bases trip-hop que evocan al trabajo del dj francés Kid Loco o a la primer
faceta de Primal Scream. Mientras que la nocturna Stoned to say the
least ambienta ideal como banda de sonido de algún videojuego de
persecución y espionaje por su rítmica paranoide.
En resumidas cuentas, nos encontramos frente a una
placa que, dado el momento en que fue gestada se situó en medio del cambio de
una década, con nuevos sonidos típicos de una cultura electrónica emergente que
florecería radiante algunos años más tarde. Riffs de piano electrónico típicos
del ítalo house noventoso, voces dance-pop que encendían las pistas de baile y
climas etéreos de la nueva oleada psychedellic daban por resultado esta
combinación de hipnóticas y repetitivas canciones que formaban un género tan
reconocible como imposible de catalogar.
Es irreductible este fenómeno del sampler a la
básica ecuación de ‘virtuosismo en materia copy- paste de sonidos’. Por sobre
todo, hay que apreciar la habilidad que estos experimentadores musicales tienen
para armar correlatos diversos y unificados que se articulan extensivamente
como las piezas de un puzzle. Así actúan los tracks de Foxbase Alpha:
como un mapa cartográfico útil para comprender la dimensión de un lugar cuyos
movimientos culturales, a distancia, se ven con personalidad propia pero, a la
cercanía, no son más que raciones de identidades desperdigadas a lo largo de la
vasta Londres.
Cómo escucharlo: reviviendo viejos tiempos, mirando antiguas fotos de secundaria
o primaria, después de ver films como Clueless, comprobando que la
evolución y el progreso de uno es inversamente proporcional al de la moda
adoptada de aquel entonces.
Dónde: lo ideal sería en la capital del Fish & Chips, en Picadilly
Circus más precisamente. Where else, then?
Para tener en la discografía entre medio de:
Madonna – Erotica (1992)
Everything but the
girl – Temperamental (1999)
Primal Scream – Screamadelica (1991)
Broadcast – Tender
Buttons (2005)
Stereolab – Peng! (1992)
Massive Attack – Protection (1994)
Kid Loco – A
grand love story (1997)
The Avalanches – Since
I left you (2000)
Camera Obscura – Let’s
get out of this country (2006)
Txt: María Gudón
Nota escrita
para UltraBrit
No hay comentarios:
Publicar un comentario