domingo, 16 de septiembre de 2012

Saint Etienne: el nacimiento de la electrónica londinense



Nos encontramos ante el siguiente panorama: década del ’90, Londres en Mayo, mes que despide a la primavera para adentrarse en el calor veraniego. Momento en el que el ‘todo vale’ se torna más significativo que nunca: modas estrambóticas de piercings, cropped tops, baggy trousers y borcegos Dr. Martens, raros y andróginos peinados nuevos y el impulso que parece apropiarse de las calles europeas hacia una extraña revolución del amor (sino lo creen, hagan el ejercicio de intentar rememorar las épocas del Love Parade o mismo el video de Everything but The Girl con Deep Dish, The future of the future). En medio de ese contexto nebuloso de transición aparece St. Etienne como postal representativa del imaginario policultural que residía en la capital inglesa: una metrópolis ensoñadora de música donde varios estilos convivían yuxtapuestos.
En primera instancia, el conjunto de palabras Saint Etienne puede representar más de un concepto para cualquiera que nunca se enteró de su existencia como banda. Podríamos decir que es un distrito francés, una asociación deportiva futbolera de la tierra de los galos o un grupo de acid jazz refinado y parisino a lo ‘Saint Germain’. De esas tres posibilidades barajadas, parte de la última es la que mejor encaja con la naturaleza musical de este trío del londinense barrio de Croydon. Dos colegas de profesión compartida, los críticos y periodistas Pete Wiggs y Bob Stanley, llevaron su afán y amor por la música a nuevos terrenos: las pistas de baile. Corrían los últimos años de la década de los ochenta y ya se avecinaban los 90′s, y, en ese interín surgió en UK lo que se llamó ‘el segundo Verano del amor’: un paraíso de trance celestial neo-hippie impulsado por las fiestas rave, el estilo acid house, el dance y el consumo de MDMA (éxtasis).
Esa movida, en conjunto con la fiebre Madchester hacía que rock + electrónica empezaran a estrechar de a poco lazos para consolidar una futura amistad que perduraría hasta nuestros días. En esos tiempos, el reducido grupo se asoció a la discográfica Heavenly Records, bajo la que publicó dos simples (‘7 ways to love’ y ‘Cola Boy’) para allanar su camino y empezar a rodar en los senderos del house. Pero recién alcanzaron cierta reputación al grabar su primer disco larga duración, Foxbase Alpha, de 1991.
Hay que reconocer que en la mayoría de casos, el pop electrónico salió a flote en gran parte gracias al apoyo y contribución de vocalistas femeninas, (que le han sabido dar ese toque de altura y suavidad necesaria para pegar gancho en un público unisex sin distinción de géneros). Ni lerdos ni perezosos, estos astutos amigos de la infancia desde el vamos se sumaron a la tendencia. Primero, con el aporte de Moira Lambert, en un clásico bastante respetable pero despegado de su original versión acústica (compuesta por Neil Young), la ultra bailable y hitera Only love can break your heart, que se adhería a la cabeza con la misma facilidad que la goma de mascar, sonando en la delgada línea entre Ace of Base y EBTG. Acto seguido, Donna Savage se puso al frente de las voces en Kiss and make up. Pero fue la blonda Sarah Cracknell quien se consagró como frontwoman oficial y definitiva de la banda de ahí en más luego de un extenso período de scouting en que parecían no dar en la tecla con la chica adecuada que ocupase ese rol.
El disco recibió parte de estas inestabilidades y cambios de formación, por ello quizás puede no tener una identidad en particular y está fragmentado aleatoriamente en dos partes: una instrumental y otra más bien lírica, recitada.
En temas como SpringPeople get real o el sencillo de difusión Nothing can’t stop us, la elegida cantante muestra su afilada habilidad camaleónica para sonar o bien como una vocalista sesentosa salida del wall of sound de Phil Spector, o bien como la versión blanca de la actual y dulce Martina Topley Bird, (borrando las distancias temporales que separan un caso del otro, con el talento para confundir al entrenado oído de más de uno). El track Girl VII se adelanta a lo que Madonna importaría un año a posteriori (en 1992), al mercado de Estados Unidos: ese pop políglota susurrado de pocas palabras que connota necesariamente al erotismo sexual, ornamentado con guitarras españolas y un sonido retumbante bajo el que todo se camufla en distintos niveles de profundidad.
Dentro del bloque puramente instrumental, Wilson y Etienne gonna die contienen sampleos de diálogos o conversaciones de films y bases trip-hop que evocan al trabajo del dj francés Kid Loco o a la primer faceta de Primal Scream. Mientras que la nocturna Stoned to say the least ambienta ideal como banda de sonido de algún videojuego de persecución y espionaje por su rítmica paranoide.
En resumidas cuentas, nos encontramos frente a una placa que, dado el momento en que fue gestada se situó en medio del cambio de una década, con nuevos sonidos típicos de una cultura electrónica emergente que florecería radiante algunos años más tarde. Riffs de piano electrónico típicos del ítalo house noventoso, voces dance-pop que encendían las pistas de baile y climas etéreos de la nueva oleada psychedellic daban por resultado esta combinación de hipnóticas y repetitivas canciones que formaban un género tan reconocible como imposible de catalogar.
Es irreductible este fenómeno del sampler a la básica ecuación de ‘virtuosismo en materia copy- paste de sonidos’. Por sobre todo, hay que apreciar la habilidad que estos experimentadores musicales tienen para armar correlatos diversos y unificados que se articulan extensivamente como las piezas de un puzzle. Así actúan los tracks de Foxbase Alpha: como un mapa cartográfico útil para comprender la dimensión de un lugar cuyos movimientos culturales, a distancia, se ven con personalidad propia pero, a la cercanía, no son más que raciones de identidades desperdigadas a lo largo de la vasta Londres.


Cómo escucharlo: reviviendo viejos tiempos, mirando antiguas fotos de secundaria o primaria, después de ver films como Clueless, comprobando que la evolución y el progreso de uno es inversamente proporcional al de la moda adoptada de aquel entonces.

Dónde: lo ideal sería en la capital del Fish & Chips, en Picadilly Circus más precisamente. Where else, then?

Para tener en la discografía entre medio de:

Madonna – Erotica (1992)
Everything but the girl – Temperamental (1999)
Primal Scream – Screamadelica (1991)
Broadcast – Tender Buttons (2005)
Stereolab – Peng! (1992)
Massive Attack – Protection (1994)
Kid Loco – A grand love story (1997)
The Avalanches – Since I left you (2000)
Camera Obscura – Let’s get out of this country (2006)



Txt: María Gudón








Nota escrita para UltraBrit





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