jueves, 5 de marzo de 2020

Sue, lost in Manhattan (1997)




La alienación en la gran urbe no es un tópico novedoso en el cine y fue explorado en muchas ocasiones, llegando a estancamientos depresivos o, en casos más extremos, a alcanzar la violencia psicótica. El director israelí Amos Kollek no queda exento y centra la película Sue, lost in Manhattan (la primera entrega de una trilogía neoyorquina que luego seguiría con Fiona (1998) y Bridget (2002)) en la soledad y los comportamientos adictivos de una mujer que no encuentra su lugar en la metrópolis. 

La protagonista es Sue (Anna Levine Thomson), que a mediados de sus treinta pierde el trabajo de secretaria y afronta complicaciones como el pago atrasado del alquiler seguido del desalojo del departamento donde vive en Chelsea. Ni el doctorado en psicología ni su larga experiencia en un estudio jurídico logran sacarla de su condición de desempleo en las continuas entrevistas laborales a las que se presenta. Sue es un alma solitaria que no tiene amistades o familia (a excepción de su madre con Alzheimer, que vive en las afueras), entonces vaga por la ciudad, deambulando en bancos de plaza, cafeterías, hoteles y bares mientras intenta dialogar con desconocidos. Generalmente le conceden una fracción de tiempo por algo material, dado que el mundo se mueve demasiado rápido e interesadamente para frenar su ritmo sin un intercambio beneficioso.

Esta expedición urbana por hallar contacto humano comienza como una rutina y se convierte en un espiral descendente y autodestructivo. El único modo en que Sue puede relacionarse, encontrar aprobación o conectar emocionalmente es a través de encuentros fortuitos de sexo con extraños, un vicio que se suma a toxicomanías como los incontables cigarrillos que fuma y las dosis frecuentes de alcohol que ingiere, que van degradando su apariencia física y potenciando su trastorno personal.

Rodeada mayormente por quienes sacan provecho de su condición, Sue también se cruza con personajes transitorios deseosos de ayudarla, como la cantinera del bar del que es habitué (Tracee Ross) o el periodista Ben (Matthew Powers), el affair más cercano a una pareja, que, en su vida agitada de desafíos y movilidad social, le extienden un salvavidas para que revierta esa situación paralizante. Pero, ya sea por escapatoria, baja autoestima o resignación, deja que las oportunidades le pasen por el costado, relacionándose con la gente equivocada. Ella misma sabotea los lazos emocionales que podría experimentar solo para evitar chocar con la desilusión de pérdida, justificándose dueña de su destino cuando más bien es prisionera. En ese sentido el director plantea que,  Sue es responsable de sus elecciones personales al no permitirse sentir afecto y compromiso pero también lo es la sociedad y la rueda económica capitalista, que dan la espalda y excluyen a quien no se ajusta a sus requisitos, modelos y exigencias.

La ciudad de Nueva York y la actriz de culto Anna resultan indispensables en la construcción del relato, son el mismo personaje frágil de belleza glamorosa y vulnerable al borde del colapso decadente. Sue lleva el porte de una diva del cine clásico, como la Audrey Hepburn delicada de Breakfast At Tiffany’s  perseguida por la inestabilidad mental de Gena Rowlands en A Woman Under The Influence. Detrás de su imagen icónica (bastante atemporal a los años noventa) hay un personaje poético tan singular y desvinculado a la realidad que parece desfasado de la época en que le tocó vivir.  Lo mismo ocurre con La Gran Manzana: la meca idealizada por la era dorada del cine hollywoodense está observada con un foco realista y sucio. Por la rendija de los rascacielos elevados y las luminarias que enceguecen, se entrevé el desamparo de los marginales tapado por la agresividad y frialdad de una ciudad inmensa que no tiene tiempo ni lugar para sus pequeñas historias, a menos que alguien se tome el tiempo de encontrarlas esparcidas.

Como dice LCD Soundsystem cerrando su segundo disco, ''New York I Love You, But You’re Bringing Me Down'': la misma ciudad que abre puertas y da refugio también puede ser la que desmoraliza y cierra oportunidades. La megápolis que no descansa y vive hiperconectada por un tejido de millones de almas entrecruzadas a diario, también es la que se acuesta en solitario sin el calor de la compañía y comunicación.

Txt: María Gudón








































Otras películas similares para ver:

Ms. 45 (1981) – Abel Ferrara
Looking for Mr. Goodbar (1977) - Richard Brooks
A Woman Under The Influence (1974) - John Cassavetes
Variety (1983) - Bette  Gordon
Taxi Driver (1976) - Martin Scorsese
Joker (2019) – Todd Phillips
Blue Jasmine (2013) - Woody Allen
Shame (2011) – Steve McQueen
Nymphomaniac Vol I y II (2013) - Lars Von Trier
Paterson (2016) - Jim Jarmusch
Trees Lounge (1996) - Steve Buscemi
Her (2013) - Spike Jonze
Where Is Kyra? (2017) - Andrew Dosunmu

Videoclip ''Another Chance'' (2001) - Roger Sanchez