Había
muchas expectativas puestas. Blur, ‘santa trinidad’ (junto a Oasis y Pulp) de
aquel movimiento musical inglés de furor nacionalista rotulado en los ‘90s Brit Pop, volvería a tocar en Argentina
tras catorce años de espera.
En el
transcurso de esa década y media pasó mucha agua bajo el puente: auge y caída de la formación con el ‘divorcio
marital’ de Graham Coxon para enfocarse en su carrera solista. Resurgimiento
como trío maduro plasmado en un disco de notables influencias africanas que
siguió de largo en términos comerciales. Estancamiento seguido por un hiato.
Varios proyectos paralelos de Damon Albarn (con Gorillaz, The Good, The Bad
& The Queen, Rocketjuice & The Moon, DRC Music y Dr.Dee como prolíficos
ejemplos). Reunión cumbre en el 2009 con Coxon en el masivo Hyde Park.
Básicamente, la vida misma…una tarea difícil de resumir en la que nunca dejó de
estar la música como ancla de aferramiento.
Esta
segunda visita fue anhelada tanto por el remanente de gente que quedó excluida
de los shows en el ’99 (por cuestión de edad o porque se subieron tarde al
tren), como por los que pudieron apreciar ambas fechas en el Luna Park pero aún
conservaban el resabio amargo, especialmente tras el show debut (en el que
ciertos acoples, butacas en el campo que entorpecían la vibra rockera, sumado a
problemas internos de la formación (que no atravesaba su mejor momento),
accidentaron la noche dejando un poco memorable recuerdo).
Esta vez se
podría decir que los Blur hicieron borrón y cuenta nueva y la impresión que
dejaron fue otra.
A pocos
minutos de las 21 se dio por comenzado el show en Ciudad Del Rock (el
recuperado ex Parque de La
Ciudad ) de Villa Soldati. El primer bloque de temas elegidos
para abrir fue explosivo y recaló directo en las viejas épocas con ‘Girls &
Boys’, ese perfecto himno disco-pop
sobre el ‘todo vale’ en las reventadas vacaciones de turismo sexual, el
single perdido ‘Popscene’ (recién incluido en compilado Midlife del 2009) y las vibras madchester
– baggy de ‘There’s No Other Way’.
Pese a que hubo una serie de desperfectos técnicos que no permitían
escuchar los arreglos de guitarra al comienzo, la actitud arrolladora de la
banda se llevó por alto estos detalles con su frontman entregadísimo al momento,
sonriente, correteando por los pasillos del campo e interactuando con la
audiencia repartiendo high-five por
doquier.
Cuando se
ve al cuarteto como banda se obtiene una sensación de familia disfuncional y
heterogénea en la que cada hijo salió con una orientación distinta: Albarn
sostiene con seriedad su trabajo como inquieto cantautor contemporáneo, el geek tímido oculto tras los lentes de
Coxon desvirtuó para el lado del punk y el alt-rock norteamericano. El bajista
Alex James, detrás de su facha dandy, desarrolló una pyme quesera y Dave Rowntree
fue el más avejentado por el paso del tiempo, tirando más apariencia de programador informático que
de batero, algo que explica un poco las ‘diferencias’ que los siguen uniendo
pero que también los separan.
Luego de
los primeros minutos, el setlist se cubrió de un manto de oscuridad climática
con ‘Beetlebum’, que fue presentada en un tempo más enlentecido, enrollándose
progresivamente en una madeja de noise. Seguido vinieron ‘Out Of Time’ (del
álbum marroquí Think Tank) y dos cortes de 13: el mantra narcótico y podrido
‘Trim Trabb’ y ‘Caramel’, una pieza experimental que busca la
desintoxicación espiritual, compuesta por Albarn post-ruptura con Justine
Frischmann (Elastica).
El
paréntesis introspectivo se corrió para dar lugar nuevamente al pop comercial
con ‘Coffee & TV’, con un público que pedía a gritos y aplausos por Coxon y
que no dudó en alzar al unísono los celulares mientras que el cartón ‘milky’
hacía sus andanzas en el cubículo VIP, terminando en un enganche con ‘Satellite Of Love’, sentido homenaje en memoria del
fallecido Lou Reed.
La noche
fue un derroche de grandes éxitos, sonando desde ‘Tender’ (con un brillante
coro de vocalistas negras que acompañó a la banda durante casi todo el show y la
invitación a escena de una fan, que pedía cumplir ese sueño a través de una
pancarta), pasando por la balada crooner –fílmica ‘To The End’ en donde
Albarn sacó a relucir su grave voz, hasta los costumbrismos de la idiosincrasia inglesa kinksezcos de ‘Country House’ y
‘Parklife’, en donde subió como invitado Phil Daniels, el actor de Quadrophenia, que también incursionó en el pasado en la música.
El show
cierra con dos gemas irresistibles con las que la banda termina de guardarse al
público en el bolsillo: 'End Of The Century’ y ‘This Is A Low’.
Luego
vienen los bises: el conmovedor track nuevo al piano ‘Under The Westway’ con
Albarn confiado, fumando un cigarrillo como si estuviera en el living de su
casa, ‘For Tomorrow’, la orquestal sinfonía futurista ‘The Universal’ (a tono
con una acertada sección de vientos) y ‘Song 2’ una bomba de tiempo de 2 minutos que invita
a saltear, poguear y a volver a la adolescencia en tiempos del FIFA ‘98.
Más allá de
las quejas que se oyen por la inaccesibilidad del predio, la organización del
festival o el costo de las entradas, el concierto fue redondo y promediando
casi las dos horas cumplió su objetivo, aunque las dimensiones del parque hicieron que la respuesta de los fans se apagara un poco. Si pasó rápido y dejó con ganas de más
posiblemente haya que tomar estas señales como síntomas de entretenimiento.
El futuro de Blur augura un panorama sin fronteras,
con final abierto, un lugar sin distancias de tiempo a las que correr. Al igual
que en el anterior show, no se sabe si esta será la última chance de verlos...pero valió la pena asegurar que en el presente se puede seguir sosteniendo un
pasado que envejeció en buena forma.
Txt: María Gudón
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