La alienación en la gran
urbe no es un tópico novedoso en el cine y fue explorado en muchas ocasiones,
llegando a estancamientos depresivos o, en casos más extremos, a alcanzar la violencia psicótica. El director israelí Amos Kollek no queda exento y centra la película Sue, lost in Manhattan (la primera entrega de una trilogía neoyorquina que luego
seguiría con Fiona (1998) y Bridget (2002)) en la soledad y los
comportamientos adictivos de una mujer que no encuentra su lugar en la metrópolis.
La protagonista es Sue (Anna Levine Thomson), que a mediados de sus treinta pierde el trabajo de secretaria
y afronta complicaciones como el pago atrasado del alquiler seguido del
desalojo del departamento donde vive en Chelsea. Ni el doctorado en psicología
ni su larga experiencia en un estudio jurídico logran sacarla de su condición
de desempleo en las continuas entrevistas laborales a las que se presenta. Sue
es un alma solitaria que no tiene amistades o familia (a
excepción de su madre con Alzheimer, que vive en las afueras), entonces vaga
por la ciudad, deambulando en bancos de plaza, cafeterías, hoteles y bares
mientras intenta dialogar con desconocidos. Generalmente le conceden
una fracción de tiempo por algo material, dado que el mundo se mueve demasiado
rápido e interesadamente para frenar su ritmo sin un intercambio beneficioso.
Esta expedición urbana por
hallar contacto humano comienza como una rutina y se convierte en un espiral
descendente y autodestructivo. El único modo en que Sue puede relacionarse,
encontrar aprobación o conectar emocionalmente es a través de encuentros
fortuitos de sexo con extraños, un vicio que se suma a toxicomanías como los
incontables cigarrillos que fuma y las dosis frecuentes de alcohol que ingiere,
que van degradando su apariencia física y potenciando su trastorno personal.
Rodeada mayormente por
quienes sacan provecho de su condición, Sue también se cruza con personajes
transitorios deseosos de ayudarla, como la cantinera del bar del que es habitué
(Tracee Ross) o el periodista Ben (Matthew Powers), el affair más cercano a una
pareja, que, en su vida agitada de desafíos y movilidad social, le extienden un
salvavidas para que revierta esa situación paralizante. Pero, ya sea por escapatoria,
baja autoestima o resignación, deja que las oportunidades le pasen por el
costado, relacionándose con la gente equivocada. Ella misma sabotea los lazos
emocionales que podría experimentar solo para evitar chocar con la desilusión
de pérdida, justificándose dueña de su destino cuando más bien es prisionera. En ese
sentido el director plantea que, Sue es responsable
de sus elecciones personales al no permitirse sentir afecto y compromiso pero
también lo es la sociedad y la rueda económica capitalista, que dan la espalda
y excluyen a quien no se ajusta a sus requisitos, modelos y exigencias.
La ciudad de Nueva York y la
actriz de culto Anna resultan indispensables en la construcción del relato, son
el mismo personaje frágil de belleza glamorosa y vulnerable al borde del
colapso decadente. Sue lleva el porte de una diva del cine clásico, como la
Audrey Hepburn delicada de Breakfast At Tiffany’s perseguida por la
inestabilidad mental de Gena Rowlands en A Woman Under The Influence. Detrás de su imagen icónica (bastante atemporal
a los años noventa) hay un personaje poético tan singular y desvinculado a la
realidad que parece desfasado de la época en que le tocó vivir. Lo mismo ocurre con La Gran Manzana: la meca
idealizada por la era dorada del cine hollywoodense está observada con un foco
realista y sucio. Por la rendija de los rascacielos elevados y las luminarias
que enceguecen, se entrevé el desamparo de los marginales tapado por la
agresividad y frialdad de una ciudad inmensa que no tiene tiempo ni lugar para
sus pequeñas historias, a menos que alguien se tome el tiempo de encontrarlas
esparcidas.
Como dice LCD Soundsystem
cerrando su segundo disco, ''New York I Love You, But You’re Bringing Me Down'': la misma ciudad que abre puertas y da refugio también puede ser la que
desmoraliza y cierra oportunidades. La megápolis que no descansa y vive
hiperconectada por un tejido de millones de almas entrecruzadas a diario,
también es la que se acuesta en solitario sin el calor de la compañía y comunicación.
Txt: María Gudón
Otras
películas similares para ver:
Ms. 45 (1981) –
Abel Ferrara
Looking for Mr. Goodbar (1977) - Richard Brooks
A Woman Under The Influence (1974) - John Cassavetes
Variety (1983) - Bette Gordon
Taxi Driver (1976)
- Martin Scorsese
Joker (2019) –
Todd Phillips
Blue Jasmine
(2013) - Woody Allen
Paterson (2016)
- Jim Jarmusch
Trees Lounge (1996)
- Steve Buscemi
Her (2013) -
Spike Jonze
Where Is Kyra? (2017) - Andrew Dosunmu
Videoclip ''Another Chance'' (2001) - Roger Sanchez
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