Quien asiste
regularmente a los shows de Lucas Martí
sabe más o menos con qué panorama se va a encontrar: un repertorio que se
balancea por todos sus discos solistas (que se inclina más hacia sus dos grandes obras hiteras Tu
Entregador o Pon
En Práctica Tu Ley, pero que no desatiende la trilogía novelada y
acústica de los Actos de Noción, su debut Simplemente o alguna rareza que parece olvidada,
como el EP Por 200 años más).
Su público, un círculo selecto pero fiel de caras familiares, refleja la camaradería que se
respira, dejando la impresión de un club social en
el que reinan las ganas de pasarla bien con la música como nexo de unión.
Nadie es ajeno a esa fiesta: el mismo Martí invita
a que todos se familiaricen, pidiendo que se acerquen al escenario y que no
se imponga la distancia entre un bando y el otro.
Luego de presentarse en
una seguidilla de shows en el club de arte La Oreja Negra con su
último disco El Gran Desconocido Popular como carta fuerte, esta vez la fecha
alteró un poco ciertos convencionalismos. Martí y su banda, un afiladísimo
cuarteto de total precisión completado por Nicolás Pedrero (guitarra), Ezequiel
Kronenberg (bajo), Alejandro Carrau (teclados) y Diego Arcaute (batería),
eligieron para despedir el año al lado B de Niceto
Club, un espacio que, más que comportarse
como el living íntimo de una casa, transpira rock, potencia y distorsión.
Tras una oportuna
ambientación tropical en vinilo con música exótica y voodoo a cargo de Nekro (BB Kid), se
escucharon las primeras bases
de ‘Por descarte’ y ya todos enfilaron a la danza
obligada, sintiendo el ritual de bienvenida.
Lucas invitó a dos
amigas de su proyecto Varias Artistas, Julieta
Brotsky (Julieta
y los Espíritus) y María
Ezquiaga (Rosal)
para los coros de ‘Mensaje’, algo que
durante la noche se repite con otros temas que exigen femineidad y ángel como:
la embriaguez romántica de ‘Tu Entregador’, el pop
juguetón de ‘Date y Dame’ o ‘El nene del tren’ y ‘Subte’, dos temas salidos de su última placa.
El cantautor se
posesiona en el universo de sus canciones, gesticulando lo que retrata la
lírica.
La coherencia existe en todo momento: los
viejos temas como ‘Dolor + miedo’ y ‘Lo tan que me siento’ conviven armónicamente
con la inocencia divertida de ‘No dejes de cantarle al amor’ o ‘Cosas Vencidas’, sin que la madurez de
sus últimos trabajos choque o haga ruido.
Hay dinamismo, aceleración, destreza musical y complejas melodías sincopadas pero también hay climas tranquilos donde la cuestión no pasa por el ‘cómo’ sino por el ‘qué’ se quiere decir. En este conjunto entran ‘No Encajes’ (el canto de resistencia ante los dictámenes sociales), ‘Hay más’ (el despojo de las máscaras y poses que revisten a las personas evitando el encuentro consigo mismas) o ‘Proyectar’, la construcción de un nido de amor como hábitat. La moraleja por conservar la identidad ante un mundo estandarizado de etiqueta repercute genuinamente hasta el mínimo detalle como el vestuario elegido, una remera pintada artesanalmente por el propio Martí, que también se dedica a las artes plásticas. Otro punto que cierra dentro del marco de coherencia del artista.
Hay dinamismo, aceleración, destreza musical y complejas melodías sincopadas pero también hay climas tranquilos donde la cuestión no pasa por el ‘cómo’ sino por el ‘qué’ se quiere decir. En este conjunto entran ‘No Encajes’ (el canto de resistencia ante los dictámenes sociales), ‘Hay más’ (el despojo de las máscaras y poses que revisten a las personas evitando el encuentro consigo mismas) o ‘Proyectar’, la construcción de un nido de amor como hábitat. La moraleja por conservar la identidad ante un mundo estandarizado de etiqueta repercute genuinamente hasta el mínimo detalle como el vestuario elegido, una remera pintada artesanalmente por el propio Martí, que también se dedica a las artes plásticas. Otro punto que cierra dentro del marco de coherencia del artista.
La gente enloquece ante
algunos temas que son a esta altura como grandes éxitos infaltables: ‘Pon en práctica Tu Ley’, ‘Ingles’, la rítmica ska de ‘Programa Perfecto’ o ‘Encriptar’, tienen arreglos de violas
metaleras y sintetizadores que recuerdan al pop de Virus. Eso, conjugado con
las luces y el humo del lugar envuelven en atmósferas
ochentosas a lo Badía & compañía, una postal que marcó el
crecimiento de varios presentes que bordean o están plantados en sus treintas.
El cierre viene dado por
‘Rompehielos’, una pieza progresiva como sostén
ante un mañana impredecible, para dar por finalizada la noche con dos temas de
su ex banda A-Tirador Láser como bises. Yul Acri sube a escena a darle su toque a los
teclados en ‘Rouge’ y las ‘bebotas’
lo vuelven a escoltar con la presencia de Noe
Mourier (Coco) en
los coros de ‘Es parte en mí’.
Martí, como bien dice el
oxímoron, podría ser el ‘gran desconocido popular’ del que habla, una figura que aún transita
entre el límite de culto y lo popular, tocando himnos de
profundo alcance sentimental y crítico para sus incondicionales seguidores, que
encuentran un refugio alternativo en su voz. Esa libertad es un premio que hoy
está reservado a unos pocos.
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