domingo, 5 de abril de 2020

Weyes Blood – Titanic Rising (2019)




Tal vez un dejo de sabiduría ancestral en su sangre permitió a Natalie Mering vaticinar hace un año atrás el escenario que hoy estamos viviendo con su profecía musical Titanic Rising. Es fácil afirmarlo con el diario del lunes en mano, pero este cuarto trabajo de la cantante estadounidense tiene algo premonitorio y la intención de alertar cuestiones postmodernas en las que la música no suele reparar demasiado. La espalda que da el capitalismo a la naturaleza, la amenaza enemiga del cambio climático, la forma en que Internet se infiltró en las relaciones afectivas destruyendo la solidez, compromiso y durabilidad de los vínculos, la identidad mermada en un océano virtual de ego y exposición. La carrera fatigante de sincronizar el reloj biológico con el ritmo vertiginoso al que va el mundo. Un cóctel catastrófico frente al que Mering, como dijo en una entrevista, prefiere posicionarse como una “nostálgica futurista” apoyada en un salvavidas de esperanza que la saque a flote, aunque con su disco casi llegue a tocar fondo.

Anacrónicas a estos tiempos por su sonido, las diez canciones conceptuales del álbum, densas en información, cuentan con una complejidad y arreglos de producción detallistas y barrocos, homenajeando el manual de composición clásico de la década de los 70*. Y parte de ese realismo mágico añejo queda embebido en “A Lot’s Gonna Change”, la apertura de épica orquestal en la que Weyes Blood se remonta a la niñez pre-cibernética, un momento puro de fascinación y descubrimiento donde nada podía ser arrebatado ni existía la sensación trágica de pérdida.

Conforme al paso del tiempo y al fin de la inocencia, esos cimientos que parecían firmes se vuelven inestables como placas tectónicas, al igual que la idea frágil del amor. Con aires harrisoneanos y romanticistas, “Andromeda” va por la galaxia cósmica tras un reto que hoy parece difícil pero no imposible: hallar una relación genuina que se resista a las distracciones, vueltas y expectativas irreales (“El amor está llamando, es tiempo que lo dejes pasar / Encontrá un amor que te realice, te desafío a que lo intentes”).  En un tono más festivo y casi salido del sunshine pop de las Pet Sound Sessions, “Everyday” también lidia con el romance moderno pero asistido por aplicaciones (“Estoy tan asustada de estar sola, es verdad” / “Navegando en barcos que no van a ninguna parte, tengo muchas cosas que despejar, muchos años de malos amores que mejorar/ “Necesito un amor cada día” / “El amor verdadero está de regreso solo para la mitad de nosotros porque el resto se siente mal, condenado a deambular en el primer intento del mundo”). Vale la pena chequear el video dirigido por Mering, un tributo a films de terror de culto como The Chainsaw Texas Massacre, The Last House on The Left  o Friday The 13th que surgió al comparar el efecto swipe de apps de citas como Tinder con una película slasher, donde el cazador va pasando de una presa a la siguiente afinando su rango de búsqueda.

Pero en este presente no todo es desesperanzador: hay un ancla que sostiene a Natalie Mering  y es la fe y necesidad de creer. La hermosa melodía de “Something to Believe” es un himno crítico a la post-verdad en momentos en que la humanidad necesita encontrar bienestar en bases tangibles de sentido universal (“Dame algo que pueda ver / Algo más grande y más fuerte que las voces en mí / Algo en que creer”).




Al igual que en la portada, la segunda mitad del disco invita a sumergirse y bucear en el subconsciente interior de la artista, el espacio donde atesoró sus ideales y gustos. Sobre esto, en otro reportaje, la cantante explicaría: Sentí que la habitación fue realmente un espacio de formación para la juventud occidentalizada, es el lugar donde formulas tus ideologías y lo que pensas de lo que se trata la vida. De alguna manera es una extraña iniciación hacia la adultez, pero no te prepara para la realidad ni la decepciónLa chica que creció con posters de Titanic en su habitación se refugia en el consuelo de la ficción cinematográfica, aunque haya sido engañada por las mentiras fantasiosas de la industria, que impactaron contra su realidad como el famoso barco contra el iceberg. Nuestra generación es una de las más saturadas cinematográficamente con el VHS y luego el streaming. Las películas juegan un gran rol en nuestra vida psicológica, pero no hablamos de cuánto pueden distorsionar la realidad, aunque también trascenderla y convertirse en nuestras historias”. Así es como en el melodrama etéreo de “Movies”, un momento sobresaliente, reconoce ese desencanto amargo (“El sentido de la vida no parece brillar como esa pantalla / (…) Serás la Estrella que sabes que sos / Las películas que ví cuando era una niña, la esperanzas y los miedos no dan crédito a las cosas reales”), al que continua en “Mirror Forever” (“Nadie te dará alguna vez un trofeo por todo el dolor y las cosas por las que atravesaste / nadie lo sabe más que vos”). Al fin y al cabo, como reza un dicho, “somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros” y, más allá de la naturaleza depredadora y compulsiva del ser humano, habitamos dentro de límites que nos fueron dados, por lo que no hay más remedio que aceptarlo y hacerse cargo. Por eso la reconciliación con el tiempo salvaje en que nos toca vivir tarda pero llega en “Wild Time” (“Date vuela, es hora de que lentamente dejes que estos cambios te vuelvan más sagrado y verdadero / De lo contrario, todo fue complicado para nada”), otro punto melódico elevadísimo junto a la mejor balada que podría haber elegido como broche final de película, “Picture Me Better”, un rayo de luz que asoma desde la superficie y llama a naufragar aferrándonos en algo que nos mantenga con vida (“Esperando por una llamada del más allá / Esperando que algo con sentido venga pronto”).

El círculo se cierra simbólicamente con la coda instrumental “Nearer To Thee”, un guiño al comienzo del disco y a la escena del film de James Cameron donde los violinistas se despiden tocando su última pieza antes que el Titanic se hunda. En momentos angustiantes, caóticos y dantescos donde el mundo parece irse a pique y el futuro se ve incierto, la experiencia resulta mucho más agradable y llevadera de transitar con obras de arte como esta, que, como una tabla amiga de salvataje, están ahí listas para ayudarnos a sobrenadar cualquier catástrofe.

Txt: María Gudón
 Ph: Brett Stanley



Para archivarlo entre:

*David BowieHunky Dory (1971)
*Elton JohnMadman Across The Water (1971) / Honky Chateau (1972)
*George HarrisonLiving in the material world (1973)
*Harry NilssonNilson Schmilsson (1971)
Donovan – Sunshine Superman (1968)
The Zombies – Odessey and Oracle (1968)
The Left Banke – Walk Away Renée / Pretty Ballerina (1967)
*The Beach BoysPet Sounds (1966) / Surf’s Up (1971)
*Carpenters –  Close To You (1970) / A Song For You (1972) / Horizon (1975)
Joan Baez – One Day At a Time (1970)
*Joni MitchellBlue (1971) / Hejira (1976)
*Judee SillHeart Food (1973)
*Linda PerhacsParallelograms (1970)
*Laura NyroNew York Tendaberry (1969)
*Carole King Tapestry (1971)
Enya – Shepherd Moons (1991)
Rufus Wainwright – Out of the Game (2012)
The Last Shadow Puppets -  Everything you’ve come to expect (2016)
Father John Misty – God’s Favorite Customer (2018)
Beach House – Bloom (2012)
Drugdealer – The End of Comedy (2016)
Julia Holter – Have you in my wilderness (2015)
Sharon Van Etten – Remind Me Tomorrow (2019)
The Lemon Twigs – Do Hollywood (2016)
Brian Eno – Another Green World (1975)







   

jueves, 5 de marzo de 2020

Sue, lost in Manhattan (1997)




La alienación en la gran urbe no es un tópico novedoso en el cine y fue explorado en muchas ocasiones, llegando a estancamientos depresivos o, en casos más extremos, a alcanzar la violencia psicótica. El director israelí Amos Kollek no queda exento y centra la película Sue, lost in Manhattan (la primera entrega de una trilogía neoyorquina que luego seguiría con Fiona (1998) y Bridget (2002)) en la soledad y los comportamientos adictivos de una mujer que no encuentra su lugar en la metrópolis. 

La protagonista es Sue (Anna Levine Thomson), que a mediados de sus treinta pierde el trabajo de secretaria y afronta complicaciones como el pago atrasado del alquiler seguido del desalojo del departamento donde vive en Chelsea. Ni el doctorado en psicología ni su larga experiencia en un estudio jurídico logran sacarla de su condición de desempleo en las continuas entrevistas laborales a las que se presenta. Sue es un alma solitaria que no tiene amistades o familia (a excepción de su madre con Alzheimer, que vive en las afueras), entonces vaga por la ciudad, deambulando en bancos de plaza, cafeterías, hoteles y bares mientras intenta dialogar con desconocidos. Generalmente le conceden una fracción de tiempo por algo material, dado que el mundo se mueve demasiado rápido e interesadamente para frenar su ritmo sin un intercambio beneficioso.

Esta expedición urbana por hallar contacto humano comienza como una rutina y se convierte en un espiral descendente y autodestructivo. El único modo en que Sue puede relacionarse, encontrar aprobación o conectar emocionalmente es a través de encuentros fortuitos de sexo con extraños, un vicio que se suma a toxicomanías como los incontables cigarrillos que fuma y las dosis frecuentes de alcohol que ingiere, que van degradando su apariencia física y potenciando su trastorno personal.

Rodeada mayormente por quienes sacan provecho de su condición, Sue también se cruza con personajes transitorios deseosos de ayudarla, como la cantinera del bar del que es habitué (Tracee Ross) o el periodista Ben (Matthew Powers), el affair más cercano a una pareja, que, en su vida agitada de desafíos y movilidad social, le extienden un salvavidas para que revierta esa situación paralizante. Pero, ya sea por escapatoria, baja autoestima o resignación, deja que las oportunidades le pasen por el costado, relacionándose con la gente equivocada. Ella misma sabotea los lazos emocionales que podría experimentar solo para evitar chocar con la desilusión de pérdida, justificándose dueña de su destino cuando más bien es prisionera. En ese sentido el director plantea que,  Sue es responsable de sus elecciones personales al no permitirse sentir afecto y compromiso pero también lo es la sociedad y la rueda económica capitalista, que dan la espalda y excluyen a quien no se ajusta a sus requisitos, modelos y exigencias.

La ciudad de Nueva York y la actriz de culto Anna resultan indispensables en la construcción del relato, son el mismo personaje frágil de belleza glamorosa y vulnerable al borde del colapso decadente. Sue lleva el porte de una diva del cine clásico, como la Audrey Hepburn delicada de Breakfast At Tiffany’s  perseguida por la inestabilidad mental de Gena Rowlands en A Woman Under The Influence. Detrás de su imagen icónica (bastante atemporal a los años noventa) hay un personaje poético tan singular y desvinculado a la realidad que parece desfasado de la época en que le tocó vivir.  Lo mismo ocurre con La Gran Manzana: la meca idealizada por la era dorada del cine hollywoodense está observada con un foco realista y sucio. Por la rendija de los rascacielos elevados y las luminarias que enceguecen, se entrevé el desamparo de los marginales tapado por la agresividad y frialdad de una ciudad inmensa que no tiene tiempo ni lugar para sus pequeñas historias, a menos que alguien se tome el tiempo de encontrarlas esparcidas.

Como dice LCD Soundsystem cerrando su segundo disco, ''New York I Love You, But You’re Bringing Me Down'': la misma ciudad que abre puertas y da refugio también puede ser la que desmoraliza y cierra oportunidades. La megápolis que no descansa y vive hiperconectada por un tejido de millones de almas entrecruzadas a diario, también es la que se acuesta en solitario sin el calor de la compañía y comunicación.

Txt: María Gudón








































Otras películas similares para ver:

Ms. 45 (1981) – Abel Ferrara
Looking for Mr. Goodbar (1977) - Richard Brooks
A Woman Under The Influence (1974) - John Cassavetes
Variety (1983) - Bette  Gordon
Taxi Driver (1976) - Martin Scorsese
Joker (2019) – Todd Phillips
Blue Jasmine (2013) - Woody Allen
Shame (2011) – Steve McQueen
Nymphomaniac Vol I y II (2013) - Lars Von Trier
Paterson (2016) - Jim Jarmusch
Trees Lounge (1996) - Steve Buscemi
Her (2013) - Spike Jonze
Where Is Kyra? (2017) - Andrew Dosunmu

Videoclip ''Another Chance'' (2001) - Roger Sanchez