El público llega sobre la hora y se va acomodando sistemáticamente
mientras en el escenario del Madison Square Garden suenan los patterns
secuenciales y automatistas de Dawn Of Midi, banda apertura de ambas fechas agotadas
de Radiohead en el estadio de Nueva York, donde tocaron por última vez hace cuatro años.
De golpe un apagón y todo se vuelve oscuro. La voz en off de Nina Simone extraída de un documental de Peter Rodis declara: ‘Voy a decir lo que es la libertad para mí:
no tener miedo. Realmente, no temer’ y pegado a eso, la banda de Oxford
abre el show con ‘Burn The Witch’ el complejo tema con el que sorprendieron
este año anunciando su noveno disco.
El clima es un infierno viviente bañado en luces sangrientas
y toda la orquestalidad de estudio se convierte
en vivo en un exorcismo rockero furibundo. Cuando Thom Yorke canta en tono
conspirativo sobre ‘abandonar todas las
razones, evitar el contacto visual, no reaccionar y apuntar a los mensajeros’
porque hay un ‘leve ataque de pánico
volando’ el mensaje se resignifica y adquiere otra perspectiva. Algo está pasando en el aire: el cuadro
proyecta temor frente a las inminentes
elecciones presidenciales norteamericanas, un capitalismo frenético y salvaje que
arrasa con todo intento de subversión y una
seguidilla reciente de acontecimientos raciales, religiosos o sexistas que
terminaron en tragedias (las víctimas de gatillo fácil Philando Castile y Arlton Sterling en manos de la policía, el tiroteo en Florida en una disco homosexual
o los ataques terroristas de Niza, Bélgica y París, por citar ejemplos). El público es consciente
que esas palabras metafóricas se traducen
en lo cotidiano, por ello se suma en complicidad, cantando con conocimiento de
causa.
Después del géiser, las aguas se aquietan más con ‘Daydreaming’, el segundo corte de A Moon Shaped Pool, aunque el pesimismo siga latente. Johnny
Greenwood se pasa al piano acompañando a Yorke en su melancolía gris: ‘Los soñadores nunca aprenden detrás del
punto sin retorno. Y es muy tarde, el daño ya está hecho’. Las
preocupaciones del cantante, más allá de la ambigüedad o sonido que carguen,
son las mismas que lo afectan hace 20 años.
‘Todos los días
abrís el diario o tu teléfono y alguna locura está sucediendo. Necesitamos
despertar’ advierte. ‘Planet Telex’ de The Bends sonará más adelante y, aun así, las guitarras resonantes
y alternativas no lograrán sacarle el sabor amargo de que ‘todas las cosas se quebraron’ y que no hay otro remedio más que
aceptarlo. El espiral depresivo también aparece con ‘Decks Dark’, el momento en
que todo ser humano esta jugado sin lugar al que huir porque le llega la hora
negra. Pero no todo es un pozo ciego: los ánimos luminosos se recomponen con el
folk espiritual ‘Desert Island Disk’, empuñado en una acústica por un Yorke en
plan crooner.
Radiohead tiene una base rítmica apoyada en tres
guitarristas, un bajista y dos bateros en escena (incluyendo a Clive Deamer de
Portishead) que le da musculatura a su música y se hace notable en: ‘Ful Stop’,
‘The Gloaming’, ‘Morning Mr. Magpie’ y ‘Bloom’, tracks que exigen una cadena de
montaje en equipo. Los bajos resonantes y corpulentos de Colin Greenwood son
intervenidos por programaciones glitch poli rítmicas que su hermano Johnny
testea en su laboratorio y Ed O’Brien anexa arpegios eléctricos en crescendo a
las baterías robóticas sincopadas de Phil Selway, que se camuflan entre máquinas
de ritmo, todo mientras Thom se lleva las miradas bailando cual epiléptico convulsionando.
Habiendo tocado el lado A completo de su nueva obra (y en
órden secuencial!), es tiempo de abrir el arcón de los recuerdos y es ahí cuando la nostalgia por los añorados 90’s aflora entre el público con el
reconocible punteo de ‘My Iron Lung’ y sus raptos ciclotímicos o ‘Climbing UpThe Walls’, esa especie de lullaby cautivante
rumbo a la psicosis salida de OK Computer.
No hay dudas que el quinteto (por momentos electrónico,
calculado y frío y por otros con tracción a sangre y pulso rockero) brilla en
conjunción, pero también alcanza un pico elevado cuando la formación se reduce al binomio
Yorke – Greenwood, que hasta la mitad de ‘Pyramid Song’ logra una conexión
fuerte (uno en el piano y el otro rasgueando
el diapasón de la guitarra con un arco de violín) antes que el resto de la
formación complemente la armonía.
‘Identikit’ muestra a la banda en desnudez, con una línea de bajo estructural sobre la que
Yorke serpentea su diminuto cuerpo y se desplaza de un lado a otro. Siguiente parada de la nueva cosecha: ‘The
Numbers’, otro hueco por el que se vislumbra algo de fe si la humanidad no se
resigna: ‘Somos de la tierra, a ella
regresamos. El futuro está en nosotros, no en algún otro lugar. La gente tiene
este poder, los números no deciden. Tu sistema es una mentira. Volvamos a traer
lo que es nuestro un día a la vez’ canta el frontman, mientras su voz se va expandiendo envuelta en una
cadencia infinita de acordes.
‘Everything In Its Right Place’ y la pieza IDM
‘Idioteque’ hacen escala en Kid A y representan
el momento más ferviente de la noche,
con un juego de luces estroboscópicas que vibran a la par de un público
desquiciado. Pero, antes del primer set
de bises, el cierre llega con una sobresaliente versión percusiva de ‘There There’ del ninguneado Hail To The Thief,
el portal al bosque oscuro en el que acechan los peores peligros.
Después de los aplausos, Thom vuelve a salir al escenario
solo con su acústica para hacer repaso de ‘Give Up The Ghost’ y una belleza
simple pero profunda llena el ambiente de magia a partir de ecos loopeados. Otras
dos sorpresas modelo’97 se pegan a eso: ‘Let Down’, la terapia de alzar vuelo
cada vez que la sociedad pisa a la gente como insectos en su carrera productiva
y materialista hacia la ambición, y un himno que todavía tiene el poder de
erizar la piel, ‘Karma Police’, que por un minuto logró que la gente se
perdiera en su cosmos.
Como cierre final y segundo bis suena ‘Reckoner’ y el hit
de Pablo Honey que arranca suspiros,
gritos y lágrimas del que tanto renegaron, aquel que les abrió las puertas donde hoy
están tocando: ‘Creep’. Se puede asegurar que cada weirdo que alguna vez fue
marginado, en ese momento siente una caricia al alma, la sensación de no estar
del todo solo en el mundo.
Radiohead es una banda que fue construyendo su propia
historia, las canciones son fragmentos de un mismo discurso narrativo y
sociopolítico que encastran perfecto sin importar el tiempo en el que hayan
sido compuestas: producen sinergia. La libertad con que se manejaron todos estos años haciendo discos laberínticos
y arriesgados, la ingeniosa forma de difusión de los mismos y su desprecio
poético hacia las corporaciones estando inmersos en la industria pero jugando con
sus propias reglas habla de una diferenciación y pérdida total de miedo, tal
como anunciaba a Simone.
La ice-age a la que se refieren en ‘Idioteque’ la estamos transitando y, para no hundirse en el congelamiento de la acción/reacción/emoción, hay que permanecer en actividad. En ese sentido su legado musical de todos estos años funciona muy bien como bálsamo. ‘Este baile es un arma de defensa propia contra la tensión del presente. Mantenlo iluminado y en movimiento’ declaran en ‘Present Tense’, una canción actual tan tirante y con necesidad de urgencia como los tiempos que corren.
Txt: María Gudón
Ph: Tomás Gudón
SETLIST: Radiohead en MSG (27/7/2016)
1. Burn The Witch
2. Daydreaming
3. Decks Dark
4. Desert Island Disk
5. Ful Stop
6. My Iron Lung
7. Climbing Up The
Walls
8. Morning Mr.Magpie
9. Pyramid Song
10. Bloom
11. Identikit
12. The Numbers
13. The Gloaming
14. Weird Fishes /
Arpeggi
15. Everything In Its
Right Place
16. Idioteque
17. There There
ENCORE
18. Give Up The Ghost
19. Let Down
20. Present Tense
21. Planet Telex
22. Karma Police
ENCORE 2
23. Reckoner
24. Creep ---------------------------
Radiohead: Fear and
loathing in Madison Square Garden
The audience arrived just
in time and began to sit while the sequential patterns of Dawn Of Midi (the opening
act for the two-night sold-out slot) were being played to welcome everyone at
Madison Square Garden’s stage. It was the first Radiohead show in USA soil in
four years.
All of a sudden, there was
a shutdown and everything became dark. A quote taken from a Nina Simone’s
documentary declared: ‘I’ll tell you what freedom is to me: no fear. Really,
no fear’ and sticked to that, the Oxford band opened the gig with ‘Burn The
Witch’, the complex track that marked the announcement of their ninth record
this year.
The atmosphere felt like a
living hell bathed in bloody red lights and the orchestal section from the
studio version turned into a furious rocker exorcism live. When Thom Yorke sang
conspiratively ‘Abandon all reason, avoid all contact, do not react
and shoot the messengers’ cause ‘this is a low flying panic attack’
the message redefined and took a whole different
perspective.
Something’s happening in
the air: the scene reflects fear regarding the imminent North American
presidential elections, a wild and frantic capitalism that razes against every
attempt of subversion and recent events dealing with racial, religious and
sexist issues that ended up in tragedies (the trigger-happy victims Philando
Castile and Arlton Sterling killed by the police, the Florida shooting at an
homosexual nightclub or the terrorist attacks in Nice, Belgium and Paris, just
to name a few). The crowd was aware that those metaphorical words could be
translated into daily life, that’s why they joined in complicity, singing
knowingly.
After that geyser, though
pessimism lingered on, the water remained calm with ‘Daydreaming’, the second
cut from A Moon Shaped Pool. Johnny Greenwood replaced the guitar with
the piano accompanying Yorke’s gray melancholy: ‘Dreamers they never learn
beyond the point of no return. And it’s too late, the damage is done’. The
singer’s worries, beyond the lyrics ambiguity or the sound they carry, are
still the same that have been affecting him for more than 20 years.
‘Every day you open the
newspaper or open your phone and some crazy fucking shit is going on. We
really, really need to wake up’ alerted. The Bend’s ‘Planet Telex’
would sound later and, even so, the alternative and vibrant guitars would not
take the sour flavor that ‘everything is broken’ and there’s no
remedy rather than face up to accept and live with it. The downward spiral also
appeared in ‘Decks Dark’, the point where every human being has no distance
left to run 'cause the darkest hour arrived to his life. But not everything’s
a cesspool, the luminous mood came with the spiritual folk ‘Desert Island
Disk’, an acoustic rendition by a crooning Yorke.
Radiohead has a rhythmic
base that lays on three guitar players, one bassist and two drummers (including
Clive Deamer from Portishead) that gives a muscularity to their music, and can
remarkably be seen in ‘Ful Stop’, ‘The Gloaming’, ‘Morning Mr. Magpie’ and
‘Bloom’, themes that work in assembly line. The noisy and corpulent bass lines
from Colin Greenwood are interceded by glitch- polyrhythmic programming that
his brother Johnny tests in his experimental lab and Ed O’Brien sums electric arpeggios
in crescendo to the mechanical and syncopated drums of Phil Selway. And all of this happens while Thom draws attention dancing as if he had an epyleptic disorder.
Once they played the whole
A side of their new record (respecting the track's order!), it was time to open
the old trunk memories and the nostalgic feeling for the belolved
90's era emerged with the recognizable pluck and cyclothimia of 'My Iron Lung' or 'Climbing Up The Walls', that haunting
and psychotic lullaby taken out from OK Computer.
There's no doubt the quintet
(sometimes electronic, measured and cold and other times with blood rocking pressure)
shines overall, but also reaches a high peak when the formation is halved to the
coupling Yorke-Greenwood, that created a strong connection until half of
'Pyramid Song', before the other members joined them to end the harmony.
'Identikit' showed the band almost nude with a simple structured bassline in which Yorke twisted his tiny body from one side to the other of
the stage. Next stop of their new harvest was 'The Numbers', another gap in
which faith could be seen if humanity didn't give up: 'We are of the Earth, to her we do return. The future is inside us is
not somewhere else. The numbers don't decide. Your system is a lie. We'll take
back what is ours one day at a time' sang the frontman with an expanding
voice wrapped in an infinite chord cadence.
'Everything
In Its Right Place' and the IDM song 'Idioteque' stopped over Kid A and were
the most zealous moments of the night with a set of stroboscopic lights that
throbbed hand in hand with a deranged crowd.
Before the
first encore, the end came with an outstanding percusive version of 'There
There' from the underestimated Hail To
The Thief, an entrance to a dark wooden nightmarish forest full of danger
and threats . After the applause, Thom returned to the stage all alone with his
acoustic guitar to revisit 'Give Up The Ghost', filling the room with magic and a simply but deep beauty given by looped echoes.
Two other
surprises from 1997 were dusted off: 'Let Down', a therapy to fly away
everytime society crashes people as insects on its productive and materialistic
search towards ambition, and an anthem that has still the power to give
goosebumps: 'Karma Police'. For a minute there, people got lost in its cosmos.
The definitive end
and second encore came with 'Reckoner' and a self-repudiated hit that brought about sighs,
screams and tears during all their career, the key that opened the door where they're playing: 'Creep'. You can make sure that
every single weirdo that has once been marginated felt thet gesture like a caress to their soul, the feeling of not being so lonely in the world.
Radiohead is a band
that has been building its own history, every song acts like a fragment of a
same narrative and socio-politic discourse and fits with each other perfectly,
no matter when they were composed: they produce a synergy. During all these
years they've moved with so much freedom, taking risks with labyrinthine records
that spreaded with witty strategies, critizing corporations while being in the
industry playing with their own rules. That
speaks for a total lack of fear, just as Simone' saying.
The ice-age the refer
to in 'Idioteque' has landed. Just to avoid falling in its freezing power of actions
/ reactions / emotions we should remain active. In that sense their musical
legacy works out fine as a balm. 'This dance is like a weapon of self defense
against the present tense. Keep it light and keep it moving', they state in
'Present Tense', a song so tight like these times we're living in.
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