Cuatro chicas de Los Angeles, que podrían ser vos o tus amigas, flecharon un pacto de amor
musical un 14 de febrero hace una década atrás para tocar y formar una banda.
Algunos contactos cercanos (como John Frusciante, quien les produjo el EP Exquisite Corpse, la actriz Shannyn Sossamon (batera de turno y hermana de Jenny Lee Lindberg) o Josh Klinghoffer,
último baterista antes que se conozca la formación actual, con Stella Mozgawa
en los parches) en el inmenso distrito californiano seguramente fueron claves
para hacerse un lugar en la escena. El
estilo ondero y personal y (haciendo justicia
poética a la genética favorecedora) la
belleza de cada una de ellas también sumó otro punto en la balanza de éxito. No
caer en lugares vulgares de la industria (sexualizando al
pop) es otro mérito destacable para que se las mire con respeto y seriedad.
Pero el hecho de que, sin ser virtuosas, se defiendan con una postura y música
de impronta propia diferente a la de sus
pares, hace de Warpaint algo aún más llamativo. Esta es una banda de mujeres
con pensamientos fuertes que proyecta confianza en lo que hace y que se mueve
con cierta independencia respecto a lo que está a la órden del día en el indie.
Pese a tocar en otra vuelta por otros destinos
sudamericanos, el girl group puso pie por primera vez en Argentina en esta
ocasión, en el marco de Rubber Tracks Live, un evento gratuito auspiciado por
la marca de calzado Converse, que también las llevó a visitar Perú y Chile.
Inicialmente el show iba a ser en el Roxy, pero dadas las condiciones, en que había más público que entradas por
repartir, fue trasladado al teatro Vorterix de Colegiales, espacio con
capacidad más acertada ante las expectativas de los seguidores (entre los que
se mezclaban quienes las esperaban desde
hace añares y aquellos que recibieron una invitación de arriba e iban a
enterarse esa misma noche de qué iba a cosa).
Luego de la apertura por cuenta de Postal, las cuatro ninfas
de la hechicería pop entraron en escena repasando tres temas de su primer disco The Fool. El distinguido bajo fuzzy de
‘Bees’ y las guitarras podridas a lo The
Cure son el aperitivo de un clima que va a perdurar (con altibajos) por el
resto de la noche. Sigue ‘Composure’, un intenso homenaje a Lars Von Trier y a
las fuertes escenas de ablación clitoriana de su película Antichrist para dar lugar al
aire relajado y despojado de ‘Undertow’, en la que disimuladamente infiltran un
fragmento de ‘Dreams’ de Fleetwood Mac que solo algún oído atento distinguirá.
El cuarteto femenino lanzó su segundo y último disco
homónimo el año pasado y actualmente está moldeando su tercer trabajo, del que
regalaron al público el adelanto ‘I’ll start believing’. Pero el foco está
puesto en la obra que las consagró un paso más adelante y es por eso que suenan
‘No Way Out’, la arpegiada y coral ‘Keep It Healthy’, ‘Love Is To Die’ (el
mayor de sus hits (?)) y ‘Biggy’ ese mantra trip-hopero que despega de lo
terrenal para elevar al reino celeste.
La atmósfera es flotante, orgánica y envolvente: un viaje
psicodélico fumón que fluye naturalmente
y que transporta con reverberaciones, alaridos agudos, líneas de bajo espesas y
sensuales y coros fantasmales. Aunque
las canciones ya estén configuradas, verlas
en vivo da la sensación como si estuvieran experimentando e improvisando en
tiempo real la composición de las mismas. Cada una de las chicas cumple un rol
específico y atraviesa la experiencia en su propio trip: Emily Kokal se encarga
de escalar a las notas más altas y mientras canta a ojos cerrados elevando sus
manos se hace una con el aire, Theresa Wayman solea en las cuerdas con punteos
simples pero enriquecedores mientras revolea sensualmente su melena y anima al
público, Jenny vibra en la misma frecuencia que su bajo y baila pegada a él
repartiendo risas y guiños con Stella en el fondo, que mantiene el tempo como timonera del ritmo.
Los últimos temas que ejecutan salen de su primitivo EP de
2009 y son los más ovacionados: ‘Billy Holiday’, un guiño con alteraciones
líricas a ‘My Guy’ de Mary Wells en el que a partir de una guitarra como eje
vertebral se apoyan cuatro voces sensibles contando una historia de adicción
heroinómana, y la enlentecida ‘Elephants’
(con pogo y zapada extendida) dan fin a la velada, aunque poco después vendrían
los bises.
Emily sale sola al escenario dejando entrever fragilidad con ‘Baby’, un tema inocente que esconde una oscuridad posesiva al que fusiona con
una cita apenas reconocible a ‘Because The Night’ de Patti Smith. Pero la
introspección se corta en seco con ‘Disco//Very’ la jam funk de groove
asesino con la que varios caen en sus redes y danzan como ellas en su icónico
video. Y el cierre definitivo llega con ‘Krimson’.
El fuerte en Warpaint no son ni las melodías ni las letras
sino las texturas que se van ensamblando e interactuando entre sí. Aunque las influencias las ubican en algún
meridiano entre Cocteau Twins, The xx, Radiohead, Portishead o Björk del período Vespertine, crearon algo nuevo a partir de lo que las formó y, para
el panorama actual, eso ya es pedir bastante.
En palabras de Jean-Luc Godard, ‘no importa de dónde tomes algo, sino hacia
donde lo lleves’. Estas chicas con su música propulsaron hacia otra
dimensión, cada uno sabrá en qué viaje se perdió.
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