Heroin
chic. Socialité. Actriz. Modelo de firmas como YSL, Maison Kitsuné, Forever 21 y
American Apparel. Popstar rebelde que salió bastante ilesa de las maniobras comerciales
de la industria discográfica (que intentó explotar sin éxito su talento a
imagen y semejanza de Selena Gomez, Demi Lovato o Miley Cyrus). El curriculum
de Sky Ferreira incluye un mix de todos estos rubros, que le trajeron tanto
oportunidades como prejuicios a la hora de ser escuchada. La cantante
californiana de 21 primaveras, para lo que son los meteóricos tiempos actuales,
viene construyendo los cimientos de su carrera a paso lento pero firme. Si bien
el gen del estrellato estaba latente desde su niñez, siendo criada por su
abuela (la estilista personal de Michael Jackson), tuvo que presentarse en
varios castings y tocar puertas de productores como Bloodshy & Avant antes
de grabar sus dos EPs y, finalmente, dar forma a su disco debut.
Night Time, My Time salió en el 2013 y
representó la consolidación
de su madurez y crecimiento,
un registro de doce canciones teen en
la línea de Pure Heroine de Lorde sobre enredos, desamores y la
búsqueda identitaria que llegó en un momento oportuno, demostrando que había
otro público que no necesariamente exigía sexo o escándalos para ser conmovido
(obviemos la controversia cercana al lanzamiento de Ferreira escrachada por posesión de drogas y
que en la portada del álbum apareciera fotografiada en paños menores por el cineasta Gaspar Noé).
En
ese contexto Sky llegó de visita a nuestro país, con su primer disco en mano en
un momento de transición musical y expansión al mainstream traída por la
productora cazatalentos Indie
Folks.
Tras
la apertura de los marplatenses Manta
Raya y del set de Oscar Fernández Roho, Sky salió al escenario
de Niceto vestida con campera de cuero, borcegos y vestido, curtiendo un look
que deja en evidencia sus mayores referentes estéticos: desde la Madonna ochentosa, pasando
por la Debbie Harry
de la época C.B.G.B hasta llegar a personajes vampirezcos y darks de films comoThe Hunger u Only Lovers Left Alive.
La noche arranca a puro
synth pop con “24 Hours” y “Ain’t Your Right”, muestras de reciclaje de lo que
se escuchaba hace tres décadas atrás con los condimentos y la producción
precisa para ser potenciales hits de radio de esta era. La cosa se encamina
hacia un costado más rockero con “Boys”, “Omanko” o “Nobody Asked Me (If I Was
OK)”, temas de base ramonera con sintetizadores que no ocultan su sutil
devoción por Suicide o Harmonia.
El
show ATP denota que el público no supera los medianos veintes y que al verla se
desvive en gritos agudos, manos toquetonas y hasta la tirada de alguna que otra
bombacha o remera, a la que el propio Zachary Cole Smith (novio de Ferreira y
líder de DIIV) termina vistiendo.
Lejos
de la imagen retraída, irónica e ida à lo Ghost World que varios imaginan de ella, Ferreira
es bastante dada con el público. Mientras canta firma autógrafos, lee pancartas
y hasta secuestra las cámaras de fotos de varios para capturar lo que pasa
onstage , sacarse unas cuantas selfies y devolverle a sus seguidores souvenirs
audiovisuales que más tarde terminarán siendo placas colgadas en Instagram.
La música se pasea
entre dos polos: el pop pegajoso que repica en los oídos una y otra vez (escuchado en temas como “Lost In My Bedroom”, “Love In Stereo” o
“I Blame Myself”) y el rock edulcorado de “Heavy Metal Heart” (dedicada a su
media naranja Cole) o “I Will”. Pero el momento clave llega con el parate
acústico y a capella de “Werewolf” y “Sad Dream” (canción que rara vez suena en
vivo a la que obsequió emocionada entre lágrimas). Ahí se refleja el verdadero
potencial de ella, una
privilegiada voz natural que, más allá de estar respaldada por pistas y
grabaciones, suena en vivo fiel a su versión de estudio sin hacer mayores
esfuerzos.
Promediando
la hora el show va jugando sus últimas cartas con el anti-simple que bautiza a
su placa, un tema oscuro y lyncheano que la planta como a una Laura Palmer
poseída y en trance recitando mantras y por último “You’re Not The One”, track
por demás bailable.
La
explosión eufórica llega con el bis “Everything Is Embarassing”, ese comodín
infalible con repetitivos patterns en máquinas de ritmos que le trajo
popularidad gracias a Dev Haynes (aka Blood Orange).
Ferreira
deja la sensación de estar a medio
camino de un largo viaje:
no es más una chica adolescente pero tampoco una mujer, acude a la retromanía
de los 80s y 90s pero no le va la falsa nostalgia, sus
sonidos coquetean con el rock ruidoso y no siguen los parámetros de la escuela
pop genérica de ahora pero tampoco huyen de ser comerciales y masivos.
Ojalá
en los próximos años podamos atestiguar hacia qué galaxia enfila, porque polvo de estrella hay y de sobra.
Txt: María Gudón
Ph: Mara Mertens / Tomás Correa Arce / Ona Saez
Nota hecha
para VOMB
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