Tras una extensa carrera
en la que predominan como pilares el pop barroco y clásico con tintes noir influenciado por grandes maestros como Elton
John o Freddie Mercury, el último disco de Rufus Wainwright Out Of The Game (aquella obra ‘más
accesible’ de dejos glam-rock que produjo Mark Ronson), llegó en un momento
indicado para marcar su debut en el íntimo escenario porteño del Gran Rex.
Cuesta imaginar que al
cabo de una hora y media de show el dominio escénico recaiga en una sola
persona, sin una backing band que lo respalde y sin otros instrumentos más que
un piano, el recambio de guitarras y una privilegiada voz que reclama la
atención en primer plano. Pero a lo largo de la noche quedó evidenciado que con
esos pocos recursos a favor se puede acceder
a un profundo nivel emotivo.
El más europeo de los músicos
canadienses paseó al público local por toda su carrera, abriendo la performance
y las puertas a su mundo interno con dos temas que reflejan situaciones amorosas
de Want Two (2004): ‘The Art Teacher’ y ‘This Love Affair’.
De su última placa
interpretó en la guitarra el pegadizo corte ‘Out Of The Game’ para volver al
piano en ‘Jericho’ y más adelante
ejecutar con maestría (a cuatro manos!) ‘Montauk’, dedicada especialmente a su
madre (la fallecida cantante Kate McCarrigle), su hija Viva y a su esposo, por
ser el lugar en donde ambos contrajeron matrimonio.
El tenso y oscuro álbum Songs
For Lulu (2010) también exigió su repaso con ‘Who Are You New
York?’, ‘Martha’ (una pieza muy sentida en honor a su hermana, también cantante) y ‘Zebulón’.
Entre medio de cada tema,
para hacer más amena la cosa, Wainwright dialoga con humor sobre el origen de
sus canciones o las historias que se entretejen de ellas y uno de los puntos
más ovacionados fue cuando contó su relación con el difunto cantante Jeff
Buckley, a quien conoció de paso en Nueva York pero, por una cuestión de competencia
y egos terminó manteniendo a distancia,
trasladándose y eligiendo como base para iniciar su vida artística a la Costa Oeste. ‘Memphis Skyline’ y el inmortal himno de Leonard Cohen ‘Hallelujah’,
fueron parte del conmovedor homenaje a
Buckley, que hasta llegó a brotar lágrimas de algunos presentes.
Cuando el aire de
dramatismo y tensión parecen llegar a un
pozo profundo con ‘Going To A Town’ (su punzante crítica a la nación
norteamericana), Wainwright sabe con habilidad contrastar situaciones y resurge
hacia el camino iluminado. ‘California’ y ‘Cigarettes and Chocolate Milk’ de su
disco Poses lo dejan en claro en
momentos clave.
Como si a esta altura no
faltaran muestras de sofisticación, el concierto, casi una ópera exquisita que
muta al music hall, cierra con una interpretación en francés de ‘La complainte
de la butte’ (incluida en el soundtrack del film Moulin Rouge) como doble bis, con el público aplaudiendo de pie.
Aún quedan unos pocos artistas que pueden tocar fibras sensibles exponiendo sus canciones a un
grado de desnudez tal que solo la voz sea el único instrumento. Aún de la
melancolía, la angustia, la opresión y la tragedia se puede escuchar un eco de
belleza.
Txt: María Gudón
No hay comentarios:
Publicar un comentario