Hace 20 años Babasónicos editó Jessico, el disco bisagra que los
catapultó a la fama llevándolos del under y status de culto a la consagración mainstream.
¿Podemos hablar del álbum como soundtrack emblemático de una generación
sin repasar el contexto en que surgió?
Difícilmente. Jessico fue publicado en la Argentina modelo 2001, en un
escenario caótico de endeudamiento externo y recesión a raíz de la convertibilidad:
una debacle sociopolítica que se estaba caldeando y que estalló con la crisis
económica del 20 de diciembre, inmortalizada en imágenes de
saqueos, protestas bancarias contra el corralito, cacerolazos y un país en
estado de sitio que exigió la renuncia del exmandatario De La Rúa.
La escena musical no era alentadora: estaba dominada por un
estancamiento y chatura con el rock chabón de estadios como bandera de lo
popular y el latin pop copando la señal de MTV, pese a que tras bambalinas hace rato se venía gestando una movida contracultural sónica que reclamaba su espacio y se desviaba de la norma. Tampoco la
industria atravesaba su mejor momento: la llegada del mp3 con Napster atentó
contra el formato físico e impactó en la baja de ventas, derivando por ésta y
otras cuestiones en el cierre de muchas tiendas mayoristas y distribuidoras
(caso Tower Records).
Si sacar belleza del caos es virtud, mientras afuera ardía todo, sin
nada que perder, la banda de Lanús se encontraba aislada grabando los 12 temas de estudio en una casa quinta en Tortuguitas bajo la producción de Andrew
Weiss, ya sin DJ Peggyn en la alineación, sin su histórico manager Cosme
Palumbo ni el respaldo de una major, dado que habían finalizado contrato con
Sony para apostar por la incipiente disquera PopArt.
Así como no se puede obviar el contexto al hablar de Jessico, tampoco se
puede prescindir de mencionar su trabajo anterior. Antes de comenzar el nuevo milenio, Babasónicos ya venía leyendo la
radiografía de la argentinidad en Miami (1999), que con mucha sutileza e
ironía retrataba las ruinas del menemismo neoliberal y sus personajes nefastos.
El disco fue un ensayo ambicioso y socarrón contra el imperialismo y la globalización
inspirado en los escritos de Francis Fukuyama en el que se cruzaban sampleos, orquestaciones, cuelgues instrumentales, sonidos Tex-Mex y baladas ácidas.
Con una producción menos barroca y experimental y un sentido poético
más contundente y efectivo, en Jessico la banda se depura y encuentra como
marca registrada el crossover de pop electrónico con destellos lisérgicos
y western, abordando nuevas historias de personajes atravesados por el sexo, el
deseo, la provocación y el desenfreno, con la pista de baile como nexo de fantasías
joviales y hedonistas. El lema parecía ser ''si el mundo se derrumba, que nos
encuentre bailando libremente, en dicha y movimiento''.
Así, parte con ''Los Calientes'', un encuentro casual donde el
histeriqueo se concreta en acción en una noche donde el tiempo apremia. Pero si
el intercambio no se corporiza, también halla su pronta entrega y consumación de modo autogratificante, como lo muestran los recordados videos de la balada erótica
''Rubí''.
Otra temática presente es la frivolidad y el esnobismo, con
''Fizz'' como contraseña a una fiesta VIP donde las luminarias y apariencias obnubilan
la realidad suburbana o ''Camarín'', el doble juego entre el ego del rockstar vacío
que lo tiene todo y el crítico resentido que ve en él una decadencia envidiable.
Quizás uno de los temas que más los conecta a los inicios es ''Soy
Rock'', la declaración de principios donde dejan de manifiesto su independencia
anti servil respecto al aparato político, que desde el fin de los tiempos
prostituyó al arte con fines panfletarios para lavar su imagen. Si se roza la política es con un meta-rock de discurso propio, sin caer en chabacanería o literalidad,
como en el acertado uso del sample a Roberto Galán al final de ‘’Deléctrico’’
(‘’no deje que el disco lo domine, es usted quien debe dominar al disco’’).
Pero de todo el repertorio, el comodín que la compañía eligió como carta
de presentación quizás fue el tema más atípico. Pese a escaparle a los cánones
radiales de aquel entonces, ''El Loco’’ logró imponerse con adhesión como anti hit
(?) psicodélico, fusionando lo acústico y oriental con una lírica tan
metafísica como alucinógena, tal como la musa química ''Tóxica''. Un doble sentido que también se aprecia en la
portada pop diseñada por Alejandro Ros, que en un guiño a Superficies de Placer,
deja en ese cactus sugerente lugar a la libre interpretación (¿era la música de
Babasónicos un brote verde creciendo en suelo árido?, ¿eran la vía de escape
para excretar las miserias? ¿o sus canciones venían a actuar como una píldora narcótica
seductora y filosa para elevarnos en un viaje a otros mundos?).
A dos décadas del lanzamiento,
recordamos a Jessico como el gran salto en alto que desafió el
sonido de una época sorteando la crisis con imaginación. El disco que reinventó su carrera a fuerza de síntesis y madurez para hablarle a una generación que le pasaba algo y hasta el momento no escuchaba la resonancia ni el
ritmo de su propia voz en el éter.
Para un paneo más atento al disco, se recomienda ver "Jessico El
documental: Una historia de rock en tiempos convulsos", dirigido por
Alejandro Martín Arias
En homenaje al vigésimo aniversario,
también hay un podcast en la voz de sus protagonistas hosteado por Sofía Carmona
y co-producido entre Posta FM y PopArt Discos