La salida del octavo disco de Travis, Everything
at once, al igual que el anuncio de su tercera visita a Buenos Aires, fue
con mucha discreción. Posiblemente el álbum no figure en los principales
anuarios de revistas a fin de 2016 ni sus cortes hayan tenido demasiada rotación
radial, al menos no como en su época de oro. Si se toma a eso y las
tendenciales musicales actuales como parámetros
de éxito, entonces la banda escocesa puede
izar la white flag dando la batalla por
perdida. Pero la realidad es que a miles de kilómetros del otro lado del Reino
Unido se ganaron otra cosa valiosa: un Teatro Gran Rex lo suficientemente
colmado que los espera buscando otros recursos: las canciones como vehículo de
conmoción.
La banda sabe lo que el público desea escuchar e irrumpe en
medio de un decorado de edificios de colores (que ilustran la portada de su
último trabajo) abriendo el show con ‘Sing’, el himno country-pop con banjo que
los catapultó hacia la fama a comienzos
de los 2000, cuando el Brit Pop parecía dejar una escena huérfana con ellos,
Coldplay y Keane como únicos herederos de la corona. Acto seguido suena
‘Selfish Jean’ con arpegios pop y base á la Motown y ‘Writing To Reach You’, el
tema más próximo a ‘Wonderwall’ que una banda de estirpe británica podría haber
compuesto post-Oasis.
El repertorio circula entre siete discos de estudio pero
se centra con fuerza en el material de los primeros y aclamados The Invisible Band y The Man Who, del cual repasan la balada
‘As You Are’ y ‘Driftwood’, que dan cuenta del porque fueron rotulados tantas
veces bajo el género azucarado twee pop.
Francis Healy se siente como en casa y, dado que a
diferencia de los festivales anteriores esta vez Travis capitaneó su propio
show en la intimidad de un teatro, el contexto
facilita otro acercamiento con el público y las ganas de explayarse del
líder.
‘Hace 26 años que
somos amigos y nos llegó el éxito de forma accidental. Nunca compusimos una
canción para pegarla en la radio o vender discos, las hacemos dedicadas a
alguien que queremos, una pareja o un
amigo. Cuando vamos a las radios no nos entienden. Nunca vamos a hacer cosas
comerciales para vender por demás, hacemos lo que realmente sentimos’ explica el cantante, dejando en claro que sus
talentos quedan a merced de las exigencias que demanden las canciones. Ante los
fuertes aplausos continúa demostrando su familiaridad y lazos con el país: ‘En Glasgow, Escocia, de donde somos, la
gente se parece bastante a la de acá: son pasionales y con los pies sobre la
tierra. Esas cosas nos hacen sentir como
en casa’ menciona, ganando la confianza de la gente e invitando a que sienta
parte del grupo.
Healy anuncia el tema ‘Animals’ (del último disco) como
una de las composiciones favoritas del bajista Dougie Payne, de quien más adelante también sonará ‘Moving’,
y luego dedica ‘Re-Offender’ a su madre, contando un episodio de violencia familiar como pie introductorio
para explicar que el tema trata sobre salir adelante en una relación conflictiva.
Suena ‘Side’ y pegado a eso el cantante se baja del
escenario para repartir una infinidad de besos, abrazos y selfies entre la gente y cantar parado desde las butacas (!) ‘Where You Stand’.
Healy vuelve a hacer un parate para mencionar que
‘Paralysed’ (otro de los pocos temas del último disco que sonaron en vivo)
habla de la adicción tecnológica y lo anestesiada que esta la sociedad mirando
todo a través de la pantalla y luego da lugar a la hermosa balada sensible ‘Closer’, salida del gran
disco olvidado The Boy With No Name.
Lo atractivo de Travis es que la entrega escénica viene
desde un lugar sincero donde no existe la pose: son un grupo de amigos a los
que se los ve cómodos haciendo lo que más les gusta de forma espontánea y manteniendo
un bajo perfil que no opaque su trabajo
melódico, por eso es difícil que no despierten simpatía. Los años les pasaron factura física,
especialmente al cantante, una especie
de Thom Yorke listo para ser audicionado en el casting del Náufrago. Pero a su música y actitud aún no les llegó la mayoría de
edad y ellos se divierten como chicos saltando por el escenario, juntando espaldas con guiños cómplices
mientras tocan, ejecutando solos tirados desde el piso, incentivando aplausos y
participación del público y hasta moviéndose de forma payasesca (merecen un
párrafo aparte Payne y el guitarrista Andy Dunlop).
Hay algo que se llama ‘química’ que aún no se perdió y el
cantante lo enfatiza contando que hace
20 años transcurrían los primeros ensayos en un reconocido pub de Glasgow y que de esas
juntas salió lo que se considera el mayor himno de la banda ‘All I Wanna Do Is Rock’, el momento más rockero del encuentro.
Para la despedida cierran con ‘Turn’. Los bises no
tardarían en llegar y Francis reaparece solo para marcar uno de los puntos más
altos de la noche: llevar ‘Flowers in The Window’ a su mínima expresión,tocándola a capella y sin microfonear, para lo que pide colaboración y silencio
del otro lado. Si en la cancha se ven
los pingos, ese momento determina que Travis es una banda grandiosa de melodías que no necesita más ornamentos de base que la
canción despojada para lograr movilizar.
La última estocada, de nuevo con la formación completa, viene dada por ‘3 Miles High’ (dedicada especialmente a su club de fans local), ‘Magnificent Time’ (un tema jueguetón con guiños a
‘Obladi oblada’ que, al igual que en el video, viene con instructivo
coreográfico) y, predeciblemente, pero sin perder su efectividad emotiva, ‘Why Does It Always Rain On Me?’, el hit de todo antinhéroe al que no lo acompaña la
suerte.
Quizás el momento de furor en la trayectoria de los escoceses ya haya
pasado hace lejos y hace tiempo y esos días no vuelvan más. Pero lo que se ve
en la actualidad es una banda que envejeció dignamente creyendo en su
propuesta: canciones simples compuestas magistralmente. Ese poder vence a
cualquier moda y traspasa cualquier tiempo.
Txt: María Gudón
Ph: cortesía de Zattti para DF Entertaiment