La
tradición inglesa dicta, entre otros mandamientos, la puntualidad y
la habilidad innata en la composición pop-rockera. El show de Johnny
Marr, que regresó al país a poco más de un año de su debut en el
Lollapalooza, se graduó con honores en la materia. A las 21 h
clavadas, el violero y su banda salieron a poner calor a una noche de
frío invernal para explotar un Niceto Club colapsado de gente (se
exhibía colgado en la entrada el merecido cartel de 'Sold Out').
El
show abre con 'Playland', el tema que bautiza su segundo disco
solista, y continúa bien arriba manteniendo la intensidad con 'The Right Thing Right' y el hit infalible sobre la codicia monetaria
'Easy Money', primeras muestras que se compraron al público local al
instante. La razón que congrega a tantos no es solamente escuchar su faceta presente, sino revisitar el pasado de The Smiths, y
'Panic' suena para contentar la nostalgia, que late fuerte y se
mezcla con sus pasos actuales en 'New Town Velocity', la versión a
cara lavada de cómo sonaría un himno smithsero post años
2000.
El
apodo de guitar hero no es antojadizo: como buen oriundo de
Manchester, Johnny fue heredero del rock de guitarras y por ese lado
va su apuesta: los arreglos simples pero ornamentales en las seis
cuerdas que disparan riffs, solos o arpegios como misiles al oído.
Marr va cambiando los modelos de Fender Jaguar y a todos les saca
magia, logrando un sonido tamizado, pulcro y de sello propio.
De
una contextura física pequeña y un look británico a lo Weller
/Gallagher, Marr es una chispa jovial en constante movimiento: corre
de un lado a otro del escenario, salta, toca su instrumento en
posición vertical y luce sus solos frente al público en una postura
favorecedora que deja servidas varias capturas fotográficas. Aunque
brilla por sí mismo, tiene una banda sólida que lo respalda con cuerpo y que potencia su talento: bajos que caminan en todas las notas a
pasos retumbantes, baterías que nunca bajan la retaguardia y un
guitarrista (que a su vez toca el sintetizador) que complementa sus
habilidades.
Continúa
el repaso por los dos discos: del primero toca 'The Messenger' (otro
hook popero del que no se puede huir), 'Generate, Generate!' y la
arengadora 'Upstarts', que invita a la tribuna a corear el típico
'ooo' futbolero. Del sucesor mete 'Back In The Box' y
'Candidate'. Hasta hay lugar para tocar una versión cambiada de
'Getting Away With It' de Electronic, su proyecto noventoso junto a
Bernard Sumner de New Order. Pero nuevamente la necesidad de escuchar
material de su mítica ex banda se presenta y suenan dos perlas: 'The Headmaster Ritual' de Meat Is Murder y 'Bigmouth Strikes
Again' de The Queen Is Dead, que clavan el tope del pogómetro para cerrar con, tal vez,
la mejor promesa de amor hecha música: 'There Is A Light That Never
Goes Out'.
Los
bises dejan atrás el clima sensible para levantar la temperatura uno
cuantos grados y erotizar el aire: 'I Feel You' de Depeche Mode cobra
un nuevo sentido sensual en clave rock hi-fi y en 'How Soon Is Now?'
prevalece un universo de guitarras languidecientes.
En
un intento de comparación con el binomio Jagger-Richards (fuera de
las diferencias estilísticas), si Morrissey representa el carisma,
la actitud e irreverencia en The Smiths, Marr es la llama viva, la
luz que nunca se apaga, el alma de la banda. Y con o sin su otra
mitad, la canción mantiene su pulso en vigencia. Si se lo escucha a
ojos cerrados, aparece la crudeza en vivo de Rank o
el contexto de los clubes ochentosos en donde tocaban con luces
coloridas, efectos de humo y la bola disco refractando destellos de
luz sobre la gente bailando felizmente. ¿Qué diferencia
hace? Difícil saberlo, la
canción sigue produciendo lo mismo.
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María Gudón